Entrega XX
Diario de la Pandemia (Cuarta Fase DISPO)
Por Efraín Bucler
Día 85 – Lunes 8 de junio
Un montón de niebla invade todo y no se ve ni a media cuadra. Es mala opción el auto pero estoy sobre la hora, así que no me queda otra que arrancar y salir con las balizas puestas. En el trabajo el comentario son las imágenes de los runners que desde las doce de la noche pueden salir a relucir sus zapatillas caras, sus buzos caros y su estupidez que nos va a salir más caro a los que trabajamos en Salud pública. “Esa gente que sale a correr dice que está cansada y no trabajó un sólo día de la cuarentena. ¿Y encima justo cuando más casos tenemos se ponen a correr todos juntos en la misma plaza?”, se pregunta Adrián.
El Viejo que está parado contra la ventana apoya la taza en la mesa y empieza su monólogo. Sabe que todos esperan de alguna u otra manera lo que tiene para decir. “Es que el porteño se ha convertido en un yanqui. Si ves el nivel de consumo, las idioteces en las que gasta el dinero y la poca atención que le presta a los problemas del propio vecino, te das cuenta que se volvió individualista y un poco prepotente. Y también torpe, sí. Tal como los norteamericanos”, sentencia. Todos coincidimos aunque le remarcó que en el resto del país también hay runners y que hay ciudades del interior que también tiene sociedades como las porteñas. Le nombro a Armstrong, Córdoba Capital, mismo Campana o La Plata. “Imitaciones de porteños”, me contesta “y te lo digo como buen porteño que soy”. Lava su taza y sale para el pañol a buscar sus herramientas.
De trabajo casi ni hablamos. Es tanto que no sabemos por dónde empezar. Las urgencias se multiplican y aparecen cada vez más aparatos que no tienen repuestos. “Con lo que hay para hacer, tenemos para tres o cuatro meses”, digo en voz alta. Y nadie me contesta. La concentración en las tareas de cada uno no permite la charla, así que pongo música mientras cambio cables y fichas a un aparato reacondicionado para la Maternidad Sardá. El frío que entra por las ventanas abiertas me obliga a ponerme una campera sobre el ambo y por asociación se me viene a la memoria la imagen del edificio alto de un hospital que visitamos el año pasado, era un pabellón viejo y esos ventanales en lugar de iluminar la Sala de Máquinas, le daba un aire tétrico.
Escucho: “Cold cold cold” de Cage the elephant.
Día 86 – Martes 9 de junio
Día de descanso nuevamente. Miro por la ventana cómo la niebla se adueña del paisaje y el horizonte simplemente desaparece. Me llega un mensaje un tanto esperanzador. Es del dueño de las farmacias de Berazategui y Ezpeleta, tiene un negocio en puertas y necesita asistencia técnica y como recordaba que los martes y miércoles no trabajo, me quiere llevar a comprar un ecógrafo. “Este tipo sí que es expeditivo”, pienso en voz alta. Pero es temprano para levantarme, así que solo respondo con un OK y vuelvo a la cama para seguir durmiendo un rato más.
De pronto me despierto con la frente fría y sudada. Miro mis brazos y también están traspirados. Me pregunto si eso son síntomas de contagio, o simplemente de miedo.
Escucho: “Radioactive” de Image dragons.
Día 87 – Miércoles 10 de junio
Otra vez humedad en la ciudad. En la región, en realidad. Me llama el dueño de la farmacia para convenir el horario de encuentro, parece que hay laboratorios cerrados y cuando vuelvan las actividades va a haber mucho trabajo. Eso, en parte, me conviene. Desayuno y salgo para allá. Llegando a la estación de Ezpeleta veo desde el colectivo que hay mucha gente viajando en tren y me tranquiliza porque voy sentado y está vacío. El alcohol en gel y las herramientas viajan en la mochila para esconderlas.
Me lleva un poco más de lo esperado revisar el ecógrafo pero termino al fin y todo funciona. Guardo mis cosas, cobro y aprovecho que hay un mercado cerca para comprar algunas cosas que faltan en casa. Aquí todos están hablando de la necesidad de controlar más la circulación. Que la “cuarentena flexibilizada” está muy relajada y que eso del Distanciamiento social es un verso. Gente en la calle quejándose de la gente en la calle, pienso. Y no digo nada porque yo también vengo de desoír las exigencias de la cuarentena. Pago y guardo rápido la mercadería. Agarro la mochila del locker y vuelvo caminando y silbando por lo bajo.
Escucho: “Take care”, de Beach House.
Día 88 – Jueves 11 de junio
Mejor día, me doy cuenta aunque todavía el sol no sale. Voy yendo en el auto por la autopista y las luces se apagan de pronto. Será un corte de luz, pienso. Me cruza por el carril izquierdo una ambulancia del SAME a toda velocidad, con el chofer y médico envueltos en el mameluco blanco, barbijos N95 y antiparras. Me quedo pensando en el Doc José que debe estar en el hotel de Congreso haciendo guardia de consulta psiquiátrica a pacientes aislados.
Cuando llego al trabajo me cambio y antes de preparar el mate le mando un mensaje al Doc. Me contesta enseguida y dice que está bien, que se pasa la mañana escribiendo y leyendo informes de los pacientes, que ya está casi lleno el hotel y que come como los dioses. Pone algún emoji en el texto como para disimular su tristeza, lo sé porque hace quince años lo conozco. Lo saludo y de parte de los quedan en la mesa. “Ya va a pasar”, dice y en realidad también se lo dice a él mismo.
En algún momento de la mañana me subo a la camioneta y estoy yendo para el hospital Piñero. Ahí está mi traumatólogo amigo, el guitarrista. El Doctor Marce que es un ex punk según él y ahora hace algo así como indie rock. Cambio los cables de un aparato de rayos y, mientras el radiólogo hace las pruebas le mando mensaje a Marce para pasar a saludarlo. Pero me dice que no está porque uno de sus colegas de Cirugía tiene síntomas y los otros seis están aislados y esperando el resultado para hacerse el hisopado. Leo el mensaje y me quedo pensando en cómo cambia nuestra realidad. “Síntomas” ya no es una multiplicidad de opciones. Ahora Síntomas son de Covid-19. Y es un poco el destino de todos nosotros. Pobre Marce, pienso mientas vamos saliendo del hospital rumbo al Ministerio de Salud.
Escucho: “The killing moon” de Echo & the Bunnymen.
Día 89 – Viernes 12 de junio
Llegar hasta el trabajo es un relajo con la ausencia de controles. Aunque me queda esa sensación de preocupación por los casos de contagios que van aumentando. Me cuido y trato de hacer las cosas bien pero ya no se trata solo de mí. Como están suspendidos los almuerzos de los viernes, me apuro a terminar de armar la placa de una balanza electrónica de la maternidad del Hospital Penna para ir a comprar un sándwich.
La calle, la vereda, la verdulería y el almacén están llenos de gente. Acá nadie se rinde, pienso. No le van a da el brazo a torcer a la pandemia. Están decididos a infectarse e infectar a los demás. Me enojo y hablo en voz baja con el anonimato que el tapabocas me permite. Aunque en realidad quería gritarles, empujarlos, llevarlos por delante. Tranquilo, me digo a mí mismo, que la pandemia no tiene que volverme antisocial.
Escucho: “Bitter sweet symphony” de The Verve.
Día 90 – Sábado 13 de junio
Mañana lluviosa en el barrio, la gente sale poco y nada. Las calles vacías y con charcos. El frio de la mañana cierra un escenario ideal para el encierro. El aislamiento propio. Salgo porque hacen falta provisiones en mi bunker y porque mañana anuncian más lluvias y frio. Me acuerdo mientras camino de la obstinación de mi viejo en hacer las cosas de cualquier manera, ese empuje que nos permitió alimentarnos y estudiar a pesar de las crisis económicas. Claro, era un 13 de junio cuando falleció, pienso y asocio el rasgo de melancolía que cubre todo esta mañana. Era un día soleado y recuerdo cuanta gente rodeó su despedida. Otros tiempos, otros vecinos, pienso. No solo la pandemia cambio el mundo, también yo soy otro, sin tanto empuje ni ideas como él.
Escucho: “Wake up” de Arcade Fire.
Día 91 – Domingo 14 de junio
Miro por la ventana cómo las gotas de lluvia azotan la calle mojada, le dejan charcos de agua sucia y fría que las ruedas de los autos vacían cada tanto. Quiero llamar a mi madre para ver cómo está pero no atiende nadie. Me ilusiono con que se haya ido a pasear con mi hermano en su auto o que tal vez aprovechó para seguir durmiendo unas horas más. Y no insisto porque es mejor quedarme con esa ilusión.
Escucho: “Rain” de The Cult.