Entrega XXXIX Diario de la Pandemia

Por Efraín Bucler

Día 221 – Miércoles 21 de octubre

Llueve mucho y desde temprano. Nos quedamos en casa por segundo día y ya se me está haciendo costumbre. Me parece estar viviendo unas vacaciones por tramos. Una suerte de pequeñas dosis de descanso que me recuerdan lo bien que la pasamos en familia y la necesidad de estar así. 

Pero no hay nada de vacaciones por ahora. Seguimos en emergencia y bajo los parámetros de un decreto del Jefe de Gobierno que dice que somos esenciales. Eso, en Argentina pandémica, parece más un castigo que algo prestigioso o que enorgullezca.

Escucho: “Te arrepiento” de Massacre Palestina.

Día 222 – Jueves 22 de octubre

Llego al trabajo y sobre el escritorio hay una comunicación interna. Un memorándum donde el director Casan nos informa que conforme al protocolo de acción ya está en condiciones de reanudar las actividades. Lo leo en voz alta y el Viejo hace una broma sobre la poca actividad de Casan incluso antes de la pandemia. 

Como sea, hay una vieja máquina de rayos que mis compañeros trajeron del hospital Ramos Mejía. Aviso a los demás que es mejor empezar a trabajar porque es un aparato muy delicado y vamos a demorar unos cuantos días en repararlo. Los demás me miran y parece que me van a decir que no tiene sentido arreglarla. Entonces me anticipo y les recuerdo el coro de la canción que Adrián canta cuando no le encontramos la vuelta a un arreglo.

Escucho: “Si me ves” de Cadena Perpetua.

Día 223 – Viernes 23 de octubre

Lluvia otra vez y casi está terminado el aparato del hospital Ramos Mejía. En tiempo récord el equipo del Taller de Reparaciones de Electromedicina y Equipamiento Hospitalario resolvió un problema que a una empresa privada le llevaría un mes y cientos de miles de pesos. 

El Viejo  le saca una foto porque es casi una reliquia. Nos da un poco de orgullo poder repararla pero en realidad debería darle vergüenza al gobierno de la ciudad tener aparatos de treinta años en un hospital que atiende a miles y miles de personas al año. Y eso parece que a nadie en esta ciudad le importa.

Escucho: “A nadie” de Flema.

Día 224 – Sábado 24 de octubre

Día nublado y un poco frio. A veces me parece estar en un periodo llano. Como si desde marzo hasta aquí se sucedieron los días y lo único que cambió fue la temperatura. Un limbo donde nos encorsetaron y nada más se pudo hacer para zafar. 

Las noticias no se ocupan de la cantidad de víctimas que el virus se cobra cada día. Los chicos encerrados en sus casas o en las burbujas escolares, los grandes encerrados en sus deudas o en su desesperación. 

Demasiada melancolía para un sábado. Y mucha gente se mueve de aquí para allá olvidando los cien mil contagios por semana. Prefiero la tranquilidad de mi hogar, tomar mates o jugar con las perras. 

Escucho: “Masticar”, de Fun People

Día 225 – Domingo 25 de octubre

Sigo en la cama aunque ya es mediodía. No es Covid, ni gripe, ni nada de eso. Solo el desgano y el cansancio que me afecta a fin de año pero con la pandemia incluso el stress se magnifica de manera exponencial. 

De todas maneras tengo que levantarme y cortar el pasto o algo que me haga tomar consciencia de que es un domingo y no un día de semana más.

Escucho: “Días” de Dos Minutos.

Día 226 – Lunes 26 de octubre

El auto espera en casa porque la rueda delantera derecha está pinchada y el auxilio también está bajo. La opción es el colectivo. 

Esta vez espero más que nunca en la parada. Recién puedo subir al tercero que llega. Mucha gente. Demasiada y, aunque no me siento incómodo ni con miedo, tengo el alcohol en gel en el bolsillo derecho del buzo.

Llego un poco más tarde de lo habitual y me preparo un café mientras mis compañeros siguen su charla sobre el posible levantamiento de las restricciones. No escucho lo que dicen. Me mantengo aislado de los temas y de la conversación en general. Sigo en ese limbo que me tiene cansado, distraído, encorsetado.

Escucho: “Más y más” de Bulldog.

Día 227 – Martes 27 de octubre

Me siento con la taza de café frente a la ventana. Necesito que pare de llover para ir hasta la ferretería. 

Esta lluvia que algunos toman como un obstáculo en algún punto es una bendición para las casi mil quinientas familias que esperan en Guernica el reconocimiento del gobierno y la justicia provincial: con lluvia, no hay desalojo. 

Cuando apenas llovizna, salgo para el lado de las vías a comprar tornillos para sujetar unas maderas del galpón que hace tiempo espera que lo repare. Cualquier día puede ser ese día, pienso.

Escucho: “Todos los días son hoy” de Ricky Espinosa.

Día 228 – Miércoles 28 de octubre

El sindicato convocó a una reunión de Secretarios Generales y El Viejo Jáuregui quiere saber nuestros reclamos y opiniones antes de participar. Por mi parte le digo que el Gremio debería estar abierto y que eso de la virtualidad no tiene sentido mientras miles de trabajadores estamos todos los días en nuestros puestos. Para Jorgito el sindicato tendría que exigir más testeos, que se dejaron de hacer hace tres meses. “Sobre todo al personal de los hospitales que está saturado de trabajo”, dice. Adrián no participa con ningún reclamo y el Viejo termina la charla con nosotros porque tiene que “entrar” al zoom para la reunión.

Unas pocas nubes se extienden por la tarde hasta que el cielo se pone celeste por completo. En Guernica, pienso, se preparan para lo peor. 

Escucho: “Barrio Niebla” de Loquero.

Día 229 – Jueves 29 de octubre

Son las cinco de la mañana y estoy frente a la tele mientras relojeo el celular. El Viejo mandó a la madrugada un video donde unos cuarenta micros de larga distancia trasportaba a los oficiales de la escuela de policía Vucetich hasta Guernica. Por los cometarios que empiezan a responder al video, parece que ningún delegado durmió anoche. Tampoco nadie durmió en casa. Tengo que salir a trabajar y no quiero. Tampoco puedo resolver algo quedándome en casa.

Me apuro y en poco más de media hora estoy frente al televisor pero en la cocina del trabajo. “Me sacaron todo, loco. Los documentos míos, de mis hijas. Vinieron sin avisar nada, a la madrugada, y rompieron la casilla a las patadas. No nos dieron tiempo ni a sacar un poco de ropa, los colchones, nada. No me dejaron nada”. Un pobre muchacho le cuenta llorando detrás de un alambre al cronista que también parece llorar. Luego la cámara hace un paneo de un campo interminable. Otras cámaras enfocan el helicóptero de la policía bonaerense donde viajan, entre otros, el ministro de seguridad y una periodista opositora. Otra cámara refleja como la infantería descarga balas y gases contra cincuenta personas y por otro lado los cuadriciclos que salen de cacería por las calles de Guernica.

Me quedo callado. En menos de media hora Guernica es tierra arrasada por el poder brutal de la justicia, la policía y la política. “La banalidad del mal”, dice Jorgito y me pregunta si leí ese libro. Le contesto que solo una parte fotocopiada. Entonces me dice eso es lo que está pasando: “el origen del autoritarismo solo es posible a partir de la banalización del mal, del terror y del fascismo”. Me parece una exacta interpretación de lo que ocurre. Solo que con las interpretaciones no se resuelve nada, al menos hoy.

Escucho: “Gente que no” de Todos Tus Muertos.

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