La Nación y un “relato punk” al servicio del macrismo
Es bastante conocido desde los últimos años el intento de apropiación del punk por parte de las expresiones musicales y políticas más variadas y contradictorias entre sí. Es frecuente leer o escuchar que “el trap es el nuevo punk”, que “Milei y los libertarios son los nuevos punks”, o que “el feminismo es el nuevo punk” solo para citar algunos casos
Por Javier Becerra
Más allá de la intencionalidad de los autores de cada uno de estos ejemplos, podríamos -haciendo el esfuerzo- reconocer algunos elementos en común que habilitarían las analogías. Por ejemplo, cierta lectura del punk centrada en la autogestión permitiría comprender algún tipo de cercanía con la nueva música urbana. Partir del reconocimiento del ingreso masivo de mujeres al mundo del rock de la mano del punk, nos acercaría al punto de vista del feminismo. Y si nos focalizamos en ciertas versiones ultra individualistas podríamos ver el ángulo de los liberales para su apresurada apropiación del punk.
De todos modos, en todos estos casos lo que se realiza son solo recortes aislados de un movimiento más abarcativo y complejo para ponerlos a disposición de un relato. De la historia en su conjunto todos coinciden en algo: le escapan como a la peste. Se concluye así en una caricatura del punk que, como en toda caricatura, resalta hasta la exageración un elemento verdadero para minimizar u ocultar el resto. Este es un operativo clásico en el ejercicio de la manipulación ideológica o histórica.
El diario La Nación se ha esforzado por ir más allá. Hace pocos días, bajo la firma de Guillermo Oliveto, se publicó un artículo que busca rescatar la legendaria consigna de los Sex Pistols de “No Future” para vincularla a cierto fenómeno consumista que atraviesa a parte de la población de nuestro país por estos tiempos: la incapacidad de la economía argentina para permitir que el ahorro en pesos sea canalizado a la compra de bienes durables como una vivienda y una planificación de la vida a mediano o largo plazo, que arrastra al consumo superfluo de esa masa de pesos en recitales, salidas o mini vacaciones.
Nuevamente nos podríamos plantear la tarea de buscar la lógica interna del texto para intentar ver la validez de la analogía entre la falta de futuro de la época Pistols con la de nuestra actualidad, pero sorprendentemente esa lógica interna no existe. El articulista comete errores importantes, y no ya en materia de punk, algo comprensible en alguien que no se dedica al tema. Directamente se falsean hechos históricos. Para Oliveto, la consiga “No Future” tiene “más de 50 años” y nació “en los comienzos de la globalización”. Como lo único que importa es la conclusión política del artículo, completamente unilateral y subjetiva, se desechan todas las variables y determinaciones históricas y materiales que le dieron origen y sentido al “No Future”, lo cual impide cualquier análisis más o menos serio sobre el asunto. Se deja el camino libre para la caricatura.
No es necesario aclarar aquí que desde 1977 hasta la actualidad no han pasado “más de 50 años”, pero sí nos detendremos en el desatino de la globalización. Ésta fue una categoría que comenzó a circular recién en la década de 1990 con la restauración capitalista en el ex espacio de la Unión Soviética. Como vemos, algo que sucedió unos cuantos años después del advenimiento del punk. Es importante enfocarnos en esto porque es justamente el nudo con el que se pretende desvirtuar el origen del “No Future” y sus raíces materiales.
El punk surge en un periodo de la historia sumamente particular cuando, por un lado, la política del “Estado de Bienestar” (¡el datazo que se pierden los liberales!) entraba en su ciclo final de decadencia en medio de recesiones económicas en los principales centros del capitalismo con tasas de desempleo que no se recordaban desde 1930. Era el punto final para los muy mal llamados “30 gloriosos años del capital” y de la que ya hemos hablado en estas páginas sobradas veces. Por otro lado, emerge con la declinación y la derrota de lo que podríamos llamar la última ola revolucionaria a escala mundial nacida con el Mayo Francés. El “No Future” es engendrado en momentos en que ni el capital, ni el socialismo como alternativa, estaban en condiciones de prometer un futuro a nadie. “Lo viejo no terminaba de morir” pero en este caso “lo nuevo no nacería” o al menos no lo haría como algo positivo. Lo nuevo no sería otra cosa que la “restauración conservadora” o “neoliberalismo” y la destrucción masiva de fuerzas productivas en la ex URSS y sus aliados.
La Nación elimina de un plumazo el “No Future” como resultante de la política y la economía internacionales para reducirlo a la comparación con un fenómeno local ya ampliamente explicado por numerosos especialistas. La finalización de la pandemia abrió un periodo de consumo “aquí y ahora” acelerado en nuestro país por la desvalorización permanente del peso. La consigna de “ahorrar en ladrillos” fue reemplazada por la de “quitarse los pesos de encima”. Se impuso un tipo de consumo que, aun moviendo millones de pesos y siendo saludado por el propio gobierno, no alcanza en lo más mínimo para reactivar las ramas principales de la economía. Es verdad que el gobierno actual no es garantía de futuro para nadie, pero el artículo citado tiene como único objetivo rescatar la supuesta bonanza de un aún muy cercano 2017 cuando según Oliveto se podía “planificar” el día después. En síntesis, una vulgar reivindicación de la gestión del macrismo.
No existe ninguna referencia a la existencia de una nueva subcultura juvenil, ni a un sector etario en particular, ni a ninguna manifestación artística cultural que dé cuenta del fenómeno. Pura manipulación dirigida a una porción de la población de clase media. Por eso mismo ni se menciona a los más expropiados de todo futuro: aquellos que como tribus de cazadores recolectores apenas planifican el día a día, pero solo para llevar un plato de comida a la mesa. Obviamente no tenía sentido rescatar el origen obrero de la mayoría de los punks del ’77.
Claramente escribir para un medio de prensa “grande” no es garantía ni de conocimiento ni de honestidad intelectual. Hay miles de esos casos. Es el tipo de periodismo que se precisa para imponer relatos. Nunca está de más buscar desenmascararlos.