Hermenegildo nació mapuche en Junín de los Andes en 1881, en el aún Territorio Nacional de Neuquén y en pleno genocidio del Estado argentino en su llamada “Conquista del Desierto”. Será zapatero, peluquero, panadero y maestro; pero el hilo de su eco nos llegará principalmente por su actividad en la Federación Obrera de Constructores Navales. Militante de la Alianza Libertaria Argentina (el grupo de los anarcobolcheviques) en los años 20 del siglo pasado terminará en la Federación Anarco Comunista Argentina. De wallmapu (wajmapu o wall mapu, territorio de la nación mapuche) al anarquismo.

Santiago nació en 1989 en la ciudad de 25 de Mayo, en plena pampa bonaerense; un paraje fundado sobre la base de un antiguo fortín de defensa durante la “Primer Campaña del Desierto” llevada adelante por Juan Manuel de Rosas, el llamado “Fortín Mulita”. Disidente de la modernidad, artista sensible y trashumante se hizo anarquista de mochila en la espalda. Como los viejos crotos (y como el mismo Hermenegildo) que surcaban todo el territorio de ese extraño y enorme país a lomo de tren. Terminó en wallmapu y, como no podía ser de otra manera, defendiendo el territorio de aquel pueblo que había parido a Hermenegildo más de un siglo antes.

Calzarse los botines de la historia y gastar suela de curiosidad por senderos de silencio para enhebrar como en un bordado los hilos invisibles de sus biografías separadas por un mundo, por un siglo, puede sonar a desafío de becario bibliotecólogo. Pero nos guía el capricho anarquista por las historias de los vencidos en el salón de los pasos perdidos de la lucha de clases, la que nos lleva a buscar en sus trazos vitales los signos comunes. Rastrearlas no fue tarea sencilla porque, si bien hay registro de Hermenegildo en los archivos, son pocos, marginales y están deteriorados por el olvido y la humedad de los papeles. Y, en el caso de Santiago, han querido borrar sus huellas aún frescas las mentiras del gobierno de Cambiemos, responsable de su muerte en el río Chubut en 2017.

Éste es un desafío, entonces, en varios sentidos. Una batalla que le ganamos a la amnesia social. Un telar que enhebra identidades: la mapuche con sus pliegues, su carga histórica y su dignidad vivida. Y la libertaria que, como no podía ser de otro modo, en su camino de redención humana, se encuentra, se enlaza, se nutre y alimenta a los pueblos que resisten. Es un viaje fantástico circular y, como la A anarquista -esa que vemos dentro del círculo-, cuando parece terminarse vuelve a empezar.

En los años 90s existía en la sala principal de entrada del histórico local de la Federación Libertaria Argentina, en la calle Brasil 1551 de la Ciudad de Buenos Aires, un retrato de un Hermenegildo Rosales anciano con abundante pelo cano y un fino bigote. Hecho a carbonilla, el cuadro continuó durante años en un lugar relevante de la casa. Su viaje a Mar del Plata (“donde murió sorpresivamente y alejado de sus afectos más cercanos” dice el obituario del periódico Acción Libertaria) nos hace pensar que estaba de viaje realizando alguna tarea militante puntual a sus 82 años; tal vez de apoyo a la Unión Obrera Local o a la Agrupación de la FLA de la ciudad cuyo referente era Héctor Woollands.

Héctor era hijo de Luis Woollands que había escrito en 1928 su famosa “Carta Gaucha” que era distribuida de a centenares por crotos como Hermenegildo que fatigaban sus botines propagando la necesidad de la organización política libertaria y de la unidad obrera.

Santiago Maldonado es el retrato en la vereda del local de la que fuera la Federación Libertaria en Buenos Aires y ahora es el Ateneo de Constitución. Allí llegó la requisa y la posterior clausura, en busca de pruebas que vinculen las actividades del local con un atentado que no sucedió. Son días preliminares de la cumbre del G20 y Buenos Aires es una ciudad sitiada para una ciudadanía sin fuerzas con qué seguir resistiendo en la calle. Los ejércitos de varios países se pasean plácidos como leones en la sabana al costado de las cebras, con la solvencia del predador.

Santiago pasó de ser un tatuador solidario a un encapuchado peligroso. De víctima de la represión de las fuerzas del Estado argentino a muerto en un accidente por no rendirse a la voz de alto. Querrán sus verdugos sepultarlo en una sucesión de tweets burlescos. Buscarán que no se recuerde su nombre o que se lo asocie a una tragedia. Éste texto es una batalla que le ganamos a la amnesia social. Un telar que enhebra identidades, la mapuche y la anarquista.