La acertada curaduría del festival congregó a un público diverso. Esta festividad, resistida por algunxs y amada por otrxs, simbolizó un diálogo entre generaciones. El especial Halloween de Vomit en el CC Konex fue un rotundo éxito y en esta nota te contamos por qué.
Crónica: Caro Figueredo
Fotografías: @sacalafotogyby y @gusiramone
¿Por qué nos genera tanta atracción Halloween? Más allá del gran motor que supone la industria audiovisual en la difusión de esta festividad a nivel mundial, y de las imágenes que asociamos de inmediato cuando nombramos a la “spooky season”, se trata de dar continuidad a la riqueza cultural que heredamos de nuestros antepasadxs y que revive en estos días particulares.
¿Quién no tiene noción de la internacionalmente famosa celebración del Día de los Muertos en México que honra a los difuntos? ¿Quién no conoció a una abuela que encendía velas o propiciaba un rito especial por cada ancestro que deseaba honrar en vísperas del día de los difuntos? Y, ahora bien, ¿cómo se relaciona esto con el mundo del arte?
Quizás haya muchas personas que enlazan Halloween con una fiesta de disfraces de terror, principalmente norteamericana, con decoración de murciélagos, fantasmas y calabazas, nada más. Pero si profundizamos, veremos que esta fiesta que despierta tanto magnetismo tiene una esencia más profunda que justifica su existencia. En varias regiones del mundo y a lo largo de la historia se han dado rituales muy parecidos en honor a los difuntos. Todas estas festividades compartían los mismos elementos: la congregación de la comunidad y el descanso, el agradecimiento y las ofrendas por la cosecha a los distintos dioses y espíritus, un fuerte vínculo con la naturaleza, la noche, el cambio de identidad, el disfraz y, lo más importante, la creencia de que ese día señalado se puede traspasar el fino velo o portal-umbral que separa nuestro mundo del llamado otro mundo. Aquí surge otra pregunta: ¿qué nos hace a los humanos celebrar la muerte?
El sábado pasado se dio en la fiesta Vomit, especial Halloween, un ritual fantástico, una ocasión no sólo para sacarse selfies y rodearse de elementos meramente decorativos. El sábado se vivió una función mágica, catártica, transformadora.
El clima de la noche se presentaba ideal para disfrutar del patio de la Ciudad Cultural Konex: el cielo despejado, unos veinte grados de sensación térmica y -lo más importante- una vibra acogedora, festiva y de expectativa. Varios de lxs músicos que se subirían a tocar rondaban por entre los distintos espacios del predio, conversando y riendo por aquí y por allá. La presencia de stands con diferentes emprendimientos enfocados en la premisa de la fecha hacía más amena la espera. Los vasos con bebidas varias iban y venían y el público que deambulaba dejaba ver sus outfits: mayoritariamente en blanco y negro, muchas brujas, superhéroes, íconos de terror, personajes de fantasía y hasta dos gauchitos gil, se codeaban con crestas y tachas y pasaban del sector a cielo abierto al cerrado para ver la presentación de los grupos.
Lagrimitas abrió faltando quince minutos para las 23 y mostrando todo su power punk hecho por pibas y disidencias. Las canciones, cortas y directas, se revelaban efusivas y divertidas. Se trató de una buena demostración de una banda con mucho potencial perteneciente a la escena más reciente, esa que también conforman grupos como Homogénica, Kill Flora y Fuun y que, si bien varían en estilos, comparten el hecho de tener chicas y distorsiones al frente. Lagrimitas sacó su mejor actitud para presentar las canciones de primer EP, Hay que tratarme mejor, publicado a principios de septiembre de este año.
El público continuaba llegando cuando Clamor se subió al escenario. Vestidos de Weezer del Blue album, los chicos de Quilmes hicieron gala del emocore y rindieron tributo a su amor por la agrupación de Rivers Cuomo, de quienes hicieron dos covers. Para no olvidarte, fue publicado en mayo y, más allá de ser el debut, se cuela entre los discos del año. El pogo y el mosh se hicieron presente desde el comienzo, corazones con la voz en alto coreando las letras de desolación adolescente. Es que estos chicos serían la antítesis de Loquero, la banda principal de la noche, y, sin embargo, se advirtió un diálogo generacional que también se vio entre los presentes: cuarentonxs conviviendo con jovencitxs en estado de disfrute que traspasaba cualquier barrera etaria.
Compartiendo el estilo, los integrantes de Cursi no muere se entregaron en cuerpo y alma. Formados en 2015 en Tortuguitas, presentaron canciones de su discografía compuesta por un álbum y tres EPs, el último de ellos lanzado el año pasado. Distorsiones, voz en carne viva, la dureza del sonido dejaba lugar a la ternura, tal como lo aprendieron de bandas que los precedieron como BBs Estás Muerto, de quienes han confesado que los influenciaron de manera directa. Esa ternura se expresó a través del contenido de las letras y el reparto de flores que Luca Daniele hizo a quienes estaban más adelante.
El público iba y venía en los intervalos musicalizados por Dj Sicodélico, compraba algo en las barras, se acomodaba afuera o adentro a la expectativa de lo que vendría. Pasada ya la hora de las brujas, Dum Chica se adueñó del centro de la escena. Con su particular formación (voz, bajo y batería) hicieron bailar y saltar a todxs. Es que no les hace falta más que ese puñado de canciones salvajes y la actitud desafiante y contagiosa.
“Todo el set de Lucila Storino sobre el escenario es una declaración de principios. Una mediación para que las nuevas protagonistas tengan el camino liberado: sin prejuicios y luego de tanto maltrato al género y las disidencias, aquí está al fin la nueva escena”, decíamos en la crónica del Festival Buen Día en Vorterix en abril del año pasado. Y un año y medio después esa nueva escena de la que hablábamos ya se encuentra consolidada, con Dum Chica presentando SÚPER PREMIUM ULTRA, álbum que vio la luz en septiembre y que tuvo muy buena repercusión.
Del trabajo reciente de las DCH, canciones como “Fax”, “Paco”, “El hit” y, precisamente, “Such a witch” fueron tan coreados y celebrados como las de su primer disco (DUM, de 2023). El fuego en las pantallas, el calor del público, los cortes y arreglos a lo Rage against the machine acompañaban a una de las frontwoman más destacadas de la escena actual.
Cuando termino el catalizador show de Storino y compañía, la pantalla volvió a mostrar los mensajes explícitos de la organización: “Universidad pública y gratuita siempre” y “Decile no a Miley”, que también fueron acompañados por la audiencia.
Temor Morboso a la exposición pública marcó a varias generaciones. El disco debut de Loquero (más allá de los casetes que habían sacado anteriormente) fue una patada en los dientes por su sonido desesperadamente crudo y esa presencia que asentaron en la escena under punk de los 90s. Una nueva camada de jóvenes viene a reivindicarlos en estos momentos. ¿Qué mejor que esas historias de terror palpable y miseria noventista para “celebrar” Halloween?
Chary (voz), Yamandú (guitarra), Aku (bajo) e Ito (batería) tocaron el Temor Morboso de principio a fin, desatando el frenesí de los seguidores. Chiques disfrazadxs volaban por los aires, giraban sobre su propio eje, pogueaban. Todo parecía parte de una gran alucinación que incluía las columnas características del interior bajo techo del CC Konex. “Uki Uki”, “Pompeya Light”, “Presagios del final” y “Sabias palabras” fueron gemas que no acostumbran tocar en sus shows. Las (re)versiones -porque eso fue: Loquero tocando temas propios con una vuelta de rosca- tenían un sonido que generalmente la banda no suele tener. Excepto por un problema en la voz, que fue solucionado con el correr del set, todo era extraordinario. Sí, fuera de lo común con una connotación positiva.
Loquero, con unos temas más cuando terminó la lista del disco, fue el cierre de lujo para una fiesta que tuvo una curaduría más que acertada. El estado de disfrute que señalamos más arriba se tornó en función catártica y el portal fue traspasado.
En definitiva, una noche casi perfecta en la que se llevó a cabo un ritual a través del arte musical y sus derivados. Esos disfraces-símbolos que pasearon toda la velada por el Konex nos conectó, de alguna manera, con ese mundo más allá de lo tangible y lo visible. Y todo por el poder mágico de la música.