Entrega XIII Diario de la Pandemia

Por Efraín Bucler

Día 38 – Miércoles 22 de abril

Hoy es un día particular, día de descanso extra y aprovecho para dormir hasta las nueve de la mañana. Todos los días son particulares. Pero en pandemia lo que salga de la rutina hace a la particularidad de cada día, pienso. Y es que después de tantos años juntos, ahora en casa y en familia, haber pasado por tantas cosas nos hace imbatibles. Solo nosotros sabemos por lo que pasamos y nadie sabe por lo que vamos a pasar. La retrospección me dura un rato largo y me quedo mirando el horizonte por la ventana, con la mano derecha agarrando la taza de café.

Daría todo por pasar el resto de mi vida así, pienso. Sentado en familia, dentro de una casa confortable y con achaques pero cálida. Y que afuera solo haya un horizonte que mirar, que ese afuera no sea amenazante ni preocupante, ni un entorno de virus, aislamiento ni pandemias. Aunque la humanidad haya pasado por muchas pandemias en su historia no aprende nada sobre conductas y formas de encarar el desarrollo, pienso. Por eso, prefiero el entorno inmediato, el adentro y el refugio.

Termino de pensar ésto al mismo tiempo que mi compañera se acerca y me abraza. Y todo lo demás no importa.

Escucho: “The one I love” de REM.

Día 39 – Jueves 23 de abril

Me despierto casi de manera inmediata con el primer sonar de la alarma. Ya me tengo que levantar y no quiero. Prefiero pasar el resto del día así, en la cama, en familia. Pero hay que salir, tengo que trabajar.

El auto me ayuda a recuperar un poco del tiempo de más en la cama y en la autopista hago uso de permiso para tomar el famoso Carril Izquierdo para el personal de salud. Pero me doy cuenta que olvidé las llaves del trabajo y la billetera. Así que tengo que decido volver a buscar las cosas y me río de mi propia torpeza.

Escucho: “Dumb” de Nirvana.

Día 40 – Viernes 24 de abril

Otro día duro de comenzar. Otra vez dormido a tal punto que prefiero viajar en micro para evitar cualquier accidente. El camino está oscuro y eso me llama la atención. Es esa oscuridad de las que asusta sino fuera porque conozco mi barrio y porque el desánimo de viajar a Capital pesa más que el paisaje.

En realidad, pienso, nunca me gustó Capital Federal. Es una ciudad que ahora es también peligrosa por el virus. Subo al micro y pongo la radio en el celular y hablan del fin de una etapa y el comienzo de una nueva de la Cuarentena o Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio. Y no quiero ni pensar en etapas, solo quiero que pase rápido este día para tener dos días más de descanso en familia. Reclino el asiento para atrás, así aprovecho que ya no hacen los controles en los peajes y duermo un poco más.

En el trabajo todo tranquilo. Me pongo a acomodar algunas cosas en el pañol mientras Jorgito lee los mensajes de WhatsApp por el acto de los siete años de la represión en el Hospital Borda. El Viejo se enoja porque quiere que vayamos pero no todos tenemos la voluntad de ir. Además, le hago saber que nuestro trabajo hay que hacerlo. Y se vuelve a enojar, ahora conmigo.

Qué día ese, pienso. “Ojalá tuviéramos hoy ese espíritu de unidad”, digo en voz alta. Jorgito me dice que eso hay que destacarlo en la adhesión que vamos a llevar. Y que también lo volquemos a las redes sociales. Ahí nomás agarro la lapicera y mi agenda y nos ponemos a elaborar el escrito. Nos lleva bastante tiempo y decidimos cortar porque nos llama el Viejo para el almuerzo, que a esta altura se va convirtiendo en los últimos antes de la prohibición de compartir los comedores.

Y termino de organizar la adhesión justo para comer y para que se cierre otra semana  de trabajo y pandemia.

Escucho: “Friday I’m in love” de The Cure.

Día 41 – Sábado 25 de abril

Día de rupturas. A la ruptura económica le sigue la ruptura del aislamiento. Voy yendo a lo de mi hermana porque me esperan ella y su familia para pasarme un poco de plata y saludarnos porque desde el comienzo de la cuarentena que no nos vemos.

La entrada es triunfal y con aplausos de mi cuñado y sobrinos. Esta vez no me molestan porque son su forma de quererme. Les comento con culpa lo mal que traté al pobre de Valentín cuando me felicitó por ser de la famosa Primera Línea. Conversamos por un tiempo bastante largo aunque no tomamos mates. Les explico que tengo pensado devolver el dinero cuando cobre el Bono de Salud, aunque no estoy seguro de cobrarlo.

La vuelta a casa es esperanzadora a pesar de la lluvia y el frío. A pesar de ese cielo plomizo y atemporal de los días de lluvia en otoño. Me pregunto cómo puede ser que este virus pueda convertir la estación del año más vistosa en un devenir de días sin actividad ni sueños bajo los árboles del Parque Pereyra. Por fin viene un colectivo y vuelvo a casa donde me esperan con la ilusión que esto de andar por todas partes buscando unos pesos y la pandemia se termine de una vez.

Escucho: “Sin dinero” de Pequeña Orquesta Reincidentes

Día 42 – Domingo 26 de abril

Aclaró un poco el día, o más bien despejó. Igual, seguimos todo desde la cama. Toda actividad se reduce a preparar el mate y renovarlo. Cuando llega la tarde y al fin sale el sol ya no hay ningún negocio, almacén ni nada abierto para comprar.

Es hora de preparar el comunicado para mañana, de ultimar los detalles para que sea sencillo de leer. El repaso me vuelve a meter en los hechos de aquel 26 de abril: la represión, el Taller prendiéndose fuego, los heridos, la marcha del lunes siguiente. Tantas cosas pasaron y estos tipos siguen ahí, gobernando, pienso. Lo envió al grupo de WhatsApp para ver si están de acuerdo. Y logro convencer a todos así que me despido y pongo el celular en el estuche y lo silencio porque ya es hora de descansar.

Dejo sobre la mesa del comedor los documentos, los lentes y la adhesión para no olvidarme, que ya demasiada gente olvidó lo que pasó ese 26 de abril de 2013.

Escucho: “Nunca seré policía” de Flema.

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