Adultos mayores en CABA
¿A quién le importa las personas mayores pobres?
El mundo mercantilizado desplaza lo sensible y los afectos. No sólo es el modelo capital, que se instaura como el mejor de los mundos posibles, sino una forma de habitar y por ende “desheredar” la sabiduría como trayectoria de vida.
Por Sanderico
La realidad se muestra más que ruda para los mayores. Uno de cada tres argentinos se encuentra en situación explícita de multipobreza pero más del 50% de los jubilados se encuentra por debajo de la línea de pobreza. Excluyendo casos de situación de calle, de los cuales no existe relevo. La mitad del país está destruido y desalmado. Y la vulnerabilidad social en emergencia.
Posiciones claras
La máquina de la gestión de Cambiemos hace 12 años gobierna en la Cuidad Autónoma de Buenos Aires y pareciera a nadie incomodar. Concentra la recaudación presupuestaria más estrafalaria del país, que para este año supera los $480.000 millones. El 15% del gasto total está destinado a utilizarse en materia de (in)seguridad, de terrorismo policíaco que conlleva -desde la entrada a la democracia- más de 6.500 víctimas a manos del aparato represivo policial e institucional. De estos crímenes, el Estado porteño también es responsable.
La cabeza de Goliat, las mil cabezas que renacen de la Cuidad, es una máquina de hacer pobres y crear riqueza extrema, centralizarla y conservarla. Y de perpetuar el poder de su clase minoritaria elitista tanto política como de mercado. Ya no hay diferencia, pues el modelo capitalista y de lógica cultural privatista no concede tregua ni pacto en su estatus de meritocracia y plusvalía. Sumado al alto grado de convivencia y solidaridad neoliberal, se legitima e intenta instalar el nuevo opio del pueblo: la panacea judicial, la doctrina policíaca, el asistencialismo convivencial y la supuesta gestión técnica meritocrática. El Gobierno de la Cuidad, otro país dentro de Argentina, mantiene la misma línea Ceocrática de su cofradía empresarial, con Mauricio Macri primero y Horacio Rodríguez Larreta como Jefe de Gobierno reelecto. La Cuidad deshereda el cuidado de las personas mayores y en este contexto de pandemia la situación es alarmante y grave.
Frente a todo esto, ¿por qué obedecemos y nos mantenemos al margen, si nuestros mayores nos enseñaron a hacer lo contrario cuando vieron estas injusticias? ¿Por qué, si quizás seremos los próximos en llegar a ser adultos mayores?
In Convivencia: políticas del Estado y el Mercado
En términos relativamente secuenciales y de contexto, en los primeros decenios del siglo la crisis hace su presencia cada seis o siete años en Argentina: 2001, 2008, 2019; arremete con su finalidad caprichosa. Haremos hincapié específicamente, y a modo de ejemplo, en cómo viven un grupo de personas mayores –sin intentar generalizar ni tener pretensiones universalistas– en una de las Comunas del centro en CABA (de nuevo, la cabeza de Goliat) como zona supuestamente “consumada”. El 32% de las personas de este sector se encuentran bajo la línea de la pobreza. La última Encuesta de Personas Mayores fue en el 2012, encuesta útil y extensa, rica en múltiples perspectivas (enamoramiento, sexualidad, esperanza de vida) pero que poco, o nada dice de las personas mayores “pobres” pues no era especificado y tratado, otra forma más de invisibilidad, de “desheredar” la supuesta empatía del Gobierno de la Ciudad por las condiciones en que viven los abuelos y las abuelas.
En la Secretaria de Integración para Personas Mayores (que es la institución central que dirime la situación problemática de dicho sector) existe un programa llamado “Vivir en casa”, destinado –sea consiente o no toda institución enajena o visibiliza– a la población de edad avanzada, hoy llamada “adultos mayores”. Dicho programa fue creado el año 2007 durante la gestión de Jorge Telerman a través del decreto 211/07 del Ministerio de Desarrollo Social de la Ciudad. Y surgió con el objetivo de “des/institucionalizar” a las personas mayores de 60 años que vivían en asilos o geriátricos y estaban en condiciones de vivir solas y solos. El universo asistencial es nada menos que de tres mil personas.
Pero, en realidad, la labor de la Secretaria no problematiza el desfasaje entre los objetivos que sostiene como responsabilidad primaria y objetivos formales integrales y generales. A la vez que actúa en la práctica reproduciendo sistemáticamente la marginalidad, restableciendo una autonomía “des/institucionalizada” que en los hechos se encuentra parcializada por el bajo nivel de recursos materiales y presupuestarios y el faltante de recursos humanos en el equipo técnico en relación a la cantidad de personas mayores beneficiarias del Programa.
Un hecho central es que el Programa se mantiene sin modificaciones ni mejoras a pesar que en CABA el trabajo activo no formal aumentó para las personas mayores: “la participación laboral de los varones porteños de 60 a 69 años creció del 43% en 1980 al 73% en 2010 y la femenina de la misma edad pasó del 16% en 1980 al 45% en 2010”, de acuerdo a la mencionada Encuesta. Aunque con menor intensidad, también creció el nivel de actividad económica de quienes tenía 70 y más años.
Libre albedrío o desheredar la sabiduría
Toda política pública se presenta así, como un fiel reflejo contradictorio de sus referentes, representantes y “funcionarios públicos”. En realidad, lo que se percibe es la perversión de intereses electorales en intereses hegemónicos privados. Obturando así, la capacidad de pensar medidas colectivas, organizacionales e integrales mayores, creativas y generales, tendientes a favorecer dinámicas comunitarias y continuas entre agentes grupales, independientes, autónomas, civiles, e institucionales.
Una falsa autonomía, presentada como liberal, termina privando y aislando al sector poblacional mayor. Con el discurso típico del liberalismo y camuflándose de gestionaría, el modelo neoliberal adopta la forma de farsa de liberalismo. Específicamente, este Programa en cuestión consiste en otorgar un subsidio habitacional a criterio de “evaluación” del equipo técnico, informe mediante. El subsidio variable se determina mediante los ingresos totales de la persona mayor y/o de su grupo familiar. Se evalúa la estructura de gastos básicos, de alojamiento o pago de alquiler, expensas, servicios básicos (agua, gas, luz, teléfono). Ninguno de los objetivos centrales “ambiciosos” se cumple, tanto por desinterés y decisión política como por falta de recursos ante las mismas problemáticas. El Gobierno de la Cuidad no tiene, no quiere ni precisa destinar fondos específicos a este sector. Básicamente no interesan.
El cuidado: Decir dignidad, decir derechos, decir humanos.
El derecho social prioriza “el deber del cuidado”, según la Protección de los derechos humanos de las personas mayores, enmarcada en la Ley 27.360, que protege, resguarda y garantiza todo derecho humano digno. En la Convención Interamericana sobre Protección de los Derechos Humanos de las Personas Mayores (2015) se establecen pautas para “promover, proteger y asegurar el pleno goce y ejercicio de derechos”. Que deben ser cumplidos. La puesta está en exigir no sólo el enfoque de derechos sino garantizar y posicionar activamente la accesibilidad al derecho al trabajo y a la protección social de las personas mayores.
Con respecto al desempleo, Gabriela Sala en su Estudio del Mercado Laboral en Personas Mayores en la Ciudad (2013) afirma que “los desocupados porteños de la tercera edad estuvieron previamente vinculados a ocupaciones de la gestión presupuestaria, contable y financiera, la construcción y el transporte”. De manera pertinente, el docente e investigador del Trabajo Social Sergio Gianna sostiene que “sin cotidiano no hay posibilidades de existencia y desarrollo del humano y la sociedad y, al mismo tiempo, el humano y la sociedad –y por ende el cotidiano– adoptan formas particulares según el momento histórico y la clase social a la que se pertenezca”.
La crítica y el conflicto remiten a no eludir las transformaciones con respecto a la situación del contexto y la mediación en la respuesta, dentro de la época y la realidad. La dislocación, ese salirse fuera del molde, a través de la restitución de la pérdida de derechos a que asisten los adultos y las adultas mayores –no sólo– en la Ciudad de Buenos Aires. Los derechos humanos ayudan a conservar y proteger la vida, a resistir en la vida, a crear o afirmarla. La ética como horizonte de emancipación, creación innovadora desde lo social, esquiva términos lineales o verdades de antemano dogmatizadas o cerradas. Y estamos puestos al servicio del error, del aprendizaje.