Radiohead Colección 33 ⅓ Kid A: una explosión de significado

En el cambio de milenio, Radiohead realizó un acto simbólico con Kid A: hacia sí mismos significaba una reinvención pero también una toma de partida para con la época. El libro de Marvin Lin analiza en profundidad el disco y el contexto que los llevó a dicho trabajo 

Por Carolina Figueredo

En el año 2000 Radiohead era una banda conocida mundialmente, con un último disco (OK Computer, 1997) aclamado por prensa y público, sus caras figuras corrientes en canales de música, revistas, televisión. Era también una banda cansada de todo eso. Entonces, dió un volantazo.

El desafío consistió en poner en jaque la concepción de “grupo de rock con reconocida trayectoria”. Cómo lo hicieron, las influencias que recibieron, el contexto político, social, económico y cultural que los circundaba y cómo cimentaron nuevas bases luego de empezar el milenio con una obra como Kid A, son todos tópicos abordados por el crítico cultural y fan de la banda de primera hora Marvin Lin en la última publicación en Argentina de la Colección 33 ⅓ a cargo de la co-edición entre Dobra Robota y Walden.

La intención de Lin es poner en tensión conceptos como “géneros musicales”, “identidad” y “autenticidad”, arrojar ideas sobre el artista y la máquina trituradora de la industria musical, y entender por qué Kid A resultó comprendida y triunfante al final de todo, en una época en la que el pop mainstream reinaba los charts. 

En el cambio de milenio el planeta mutaba y con él las personas y las percepciones. También la forma de producción, circulación y consumo de las realizaciones musicales: el traspaso de una cultura “física” a una “digital” a partir de los formatos para experimentar dichas expresiones. El desafío era adaptarse o perecer. Y en el caso de adaptarse, cómo hacerlo. En ese sentido, el cuarto trabajo de los ingleses significó una reinvención: se beneficiaron de la incipiente internet y la utilizaron para promocionarse con tecnología desarrollada y apuntada hacia la base de fans online. Estaban proponiendo formas de resistencia en tanto consumo y pensamiento crítico, se plantaban frente a los modos propuestos antes que ser devorados por las corporaciones. Simbolizaba, además, una punta de lanza en la crisis y ruptura de la industria discográfica con los paradigmas de formas de distribución de música y de ganancias millonarias. Estamos frente a un hecho precursor. Mientras otras grandes bandas hacían juicios contra sitios de descarga (Napster, The Pirate Bay) Radiohead se valía de torrents y streaming, en definitiva, del acceso libre y gratuito, para difundirse.

En su esfuerzo por alejarse de las marcas (influenciados por el libro No logo de Naomi Klein) y recuperar la filiación de sí mismos que veían desdibujada con la celebridad, formaron -consciente o inconscientemente, está por verse- una nueva “identidad de marca más definida y perfeccionada que la de cualquier otra” banda de rock. 

Estaban en la cresta de la ola y había una gran expectativa por el nuevo material. Kid A salió por EMI. Una supuesta contradicción le fue señalada entonces: no se puede estar en contra de la industria y formar parte de ella al mismo tiempo. ¿Es una incoherencia? 

La estética del disco hacía referencia a la Guerra de Kosovo y a los animales y alimentos genéticamente modificados, utilizaban su página web para contactarse con sus fans y linkeaban allí con ONGs ecologistas o de contrainformación, hicieron pocas giras, los espacios para tocar que levantaron (su propia carpa itinerante) eran libres de marcas. Se trata de una resistencia desde adentro. El disco en sí, las letras -a pesar de que Thom Yorke se esforzara en que fueran lo más crípticas posibles- ya no denunciaban al sistema desde el costado como en Ok Computer: anunciaban que éramos parte de esa situación sin salida. Tal vez no buscaron hacer un disco político en el término específico de la palabra pero la política se les coló en el medio porque está presente entre nosotros cotidianamente y porque no le dieron la espalda a su época. Esta es la diferencia entre ser actual y atemporal, dice el autor. No convertirse en “artistas políticos” los hacen trascender el momento porque hablan de cuestionamientos que años después siguen más vigentes que nunca.

La manera de presentación del material fue radicalmente opuesta a lo tradicional: no hubo singles promocionales, los videos se restringieron a cortos experimentales de algunos segundos, dieron muy pocas entrevistas y casi no hicieron giras. Pero lo más importante es que musicalmente fueron diferente a todo lo anterior, disruptivo con ellos mismos. 

Con anacronismo y apocalípsis en las temáticas, la búsqueda sonora en la creación de este disco, que llevó dieciocho meses de grabación, surfea las atmósferas que crean los sintetizadores (“Everything in its right place”, “Treefingers”), sonidos electrónicos crudos (“The National Anthem”) y experimentación vocal (“In Limbo”). Se alejaron de las guitarras, se alejaron de su propio sonido, se alejaron de lo que hasta allí había sido su identidad para construir otra donde entren más elementos, más diversa y rica. 

Mucho se escribió sobre el disco cuando salió, los críticos hicieron grandes esfuerzos por clasificarlo. Pero, ¿era esto posible con Kid A? ¿Es acaso posible con cualquier manifestación cultural? Etiquetar, aislar, encasillar sin tener en cuenta los procesos dinámicos durante la concepción y recepción del disco, y que esos procesos a su vez se interconectan y se produce algo más complejo que el capitalismo no puede alienar ni envasar tan fácilmente “para encajar en las estrategias del libre mercado”. Si no tuviéramos en cuenta esas hibridaciones ni esos contextos la música se transforma en sólo música y se operaría una cosificación sobre ella sin sentido. Porque nace bajo ciertas circunstancias y también engendra otras nuevas circunstancias a partir de su escucha. 

En definitiva, el análisis que Lin recorre tiene una finalidad: tratar de entender si existe esa cosa que llamamos “trascendencia” cuando escuchamos música. La experiencia en sí al oír un disco, ¿es un hecho superfluo, insustancial, ilusorio ante la realidad del mundo circundante? Para intentar responder, el crítico se plantea “explorar la disyunción entre la música como producto estático y como actividad temporal”.

A través de sus estudios, del conocimiento académico y el trabajo de crítico que relaciona la música en su contexto social, político, económico, de cuestionamientos por la ecología y el sistema capitalista en general, Marvin Lin se pregunta cómo es que aquel adolescente -como muchos- que creía encontrar la trascendencia en la música, estaba equivocado. Porque todos sus estudios destruían la forma ingenua en que había consumido a sus artistas más queridos, a Radiohead, a Kid A. ¿Pero realmente estaba equivocado?

Si la música es el arte de combinar los sonidos en el tiempo, y el concepto del tiempo tal como lo conocemos ahora es una construcción necesaria de la modernidad para jerarquizar las necesidades surgidas de su sistema (horarios para trabajar, descansar, estudiar, jugar, distenderse, etc.) en las últimas décadas del siglo del Siglo XX se vieron intentos por subvertir esas narrativas musicales lineales. Varios movimientos se inscribieron en una tendencia que chocaba con estos conceptos de tiempo, que trataban de romper con la cronología: cierto tipo de electrónica, el math-rock, el noise, el pysh-rock, krautrock y el trance, por nombrar algunos. Radiohead se enroló en esta línea. Es ahí donde Kid A realiza su aporte político. “Es una invitación sonora a lo que podría ser (…) Esta aproximación a la trascendencia no pretende usar la música como medio para huir de nuestra situación política o como una forma de entretenimiento pasivo”, sentencia Lin y agrega en su tesis que “implica no ‘perderse’ en la música sino ser más conscientes perceptualmente, escuchar de forma crítica sin dejar de ser críticos ante la idea de dejarse llevar; implica compenetrarse más con nuestras construcciones temporales y, por lo tanto, políticas.”

Título: Kid A Radiohead

Autor: Marvin Lin

ISBN 9789874740922

Páginas: 190

Año: 2020

Editorial: Dobra Robota + Walden

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