Entrevista Juan Mattio, ganador del Premio Medifé Filba

La Linterna Noticias tuvo la posibilidad de conversar con Juan Mattio, quien se ha convertido en el ganador del Premio Medifé Filba a mejor novela. Aquí reproducimos lo que nos dijo.

Por Victoria Lamas


Juan Mattio se dedica a la literatura, respira literatura, vive por y de la literatura. Coordina talleres y cursos de lecturas y escrituras y se la pasa leyendo. Será que su búsqueda en las profundidades del lenguaje constituye una obsesión. Su pertenencia al Proyecto Synco, un observatorio de ciencia ficción, tecnología y futuro, da cuenta de ello.

Se ha transformado en una de las figuras de renombre en la actualidad a partir de que Materiales para una pesadilla (Editorial Aquilina, 2021), su tercer trabajo, recientemente obtuvo el Concurso Medifé Filba a mejor novela.

El jurado del concurso estuvo integrado por nombres rutilantes: María Teresa Andruetto, Fabián Casas y Mariana Enríquez. Ellos concluyeron que “es una novela compleja, emocionante y ambiciosa, incómoda, para nada complaciente, quetrabaja sobre la fragilidad de lo humano y sus certezas, sobre los lenguajes y los duelos, sobre cómo esos lenguajes producen realidades y alienaciones”.

“Entre la furiosa melancolía de la novela negra, con amantes arrinconados por la madrugada, los secretos y la muerte, y el vértigo de un ciberpunk existencial que corporiza el horror, la naturaleza trágica de este libro nos envuelve con toda su hipnótica potencia”, dice su editor Ricardo Romero a propósito de esta obra que tuvo varias versiones hasta llegar a la final. Es así como tenemos entre las manos a una historia de máquinas y maquinaciones, que se desarrolla entre el policial y la ciencia ficción.

La novela entronca un pasado de represión estatal, un presente en que se desarrolla el relato y un futuro próximo y distópico. Y en ese enlace se despliegan los personajes: “una investigadora obsesionada con una máquina diseñada durante la dictadura, una programadora que desea comunicarse con los muertos y un escritor que integró las filas de los servicios de inteligencia”.

En la “lista corta” de finalistas del Premio se encontraban también: La Jaula de los onas, de Carlos Gamerro (Alfaguara), Modesta dinamita  de Víctor Godget (Blatt y Ríos) Olimpia, de Betina González (Tusquets Editores) y Hay que llegar a las casas de Ezequiel Pérez (Editorial Libros de UNAHUR), en lo que se propone como un radar de lecturas y un panorama por el presente de la ficción.  


¿Qué contestás cuando te preguntan de qué va tu novela?

Creo que la novela tiene dos polos narrativos. Por un lado, cuenta la historia de un escritor, Miguel Jemand, que en 1977 ingresa a la Secretaría de Inteligencia y colabora en la construcción de una máquina lingüística con la que la dictadura intenta capturar disidentes políticos. Por otro, en el año 2038 una programadora japonesa, Haruka, construye un mundo de realidad virtual donde es posible comunicarse con usuarios muertos. Entre esos dos polos hay una investigación que se hace desde Buenos Aires para entender cómo se conecta el proyecto en el que estuvo Jemand, todos esos saberes que se produjeron durante la dictadura, con la propuesta de Haruka.

Dedicándote a dar talleres y clínicas, ¿cómo fue el proceso de escritura? ¿Cuánto duró desde que empezaste hasta que dijiste: “este es el final”?

La primera versión completa de esta novela la terminé en noviembre del 2016. Estaba contada con procedimientos más bien tradicionales: narrador omnisciente y cronología lineal. En ese momento no estaba conforme y le pedí a mi editor, Ricardo Romero, que me diera más tiempo. Tardé otros cuatro años en terminarla. El proceso de escritura fue un lento descubrir cómo se podía construir una estructura narrativa opresiva para desplegar mejor la claustrofobia de la anécdota inicial.


A grandes rasgos, “Materiales para una pesadilla” trata sobre la tecnología, los seres humanos y el lenguaje, ¿verdad? ¿Qué te inspiró a esa idea principal?

Mi interés principal siempre estuvo en el lenguaje mucho más que en la tecnología. Desde muy chico tuve experiencias con personas que tenían enfermedades asociadas al lenguaje y creo que intenté escribir sobre eso al mismo tiempo que quise huir de la autobiografía o ficción del yo. Entonces la tecnología me sirvió como una mediación, el imaginario de la máquina me permitió alejar la experiencia personal para tratar de verla como si me fuera extraña.

¿Cómo escribir género ciberpunk en 2022?

No fui muy consciente de estar escribiendo cyberpunk hasta muy avanzado el proyecto. Quiero decir que no me lo propuse. Una noche apareció el personaje de Haruka en mi imaginación y con ella toda una serie de escenarios tecnológicos y futuristas. Mientras escribía su historia me fui dando cuenta de las muchas deudas que tenía con William Gibson e incluso con el M. John Harrison de Luz, pero traté de no pensar mucho en eso y seguir adelante.

Críticos literarios han ubicado a tu texto en la tradición de Piglia, con el concepto de artefacto literario, que vos vendrías a reactualizar. ¿Cómo pensás tu novela en función de eso?

A diferencia del cyberpunk, la presencia de Piglia fue nítida desde el inicio del proyecto. Los cinco años que me llevó escribir esta novela fueron años en que simultáneamente leí a Piglia y traté de pensar con él algunos problemas literarios que me interesaban. Su concepto de ficción paranoica fue fundamental en algunos tramos de escritura. Para mí es un halago que el jurado del premio Medife/Filba haya relacionado Materiales para una pesadilla con La ciudad ausente. Creo que Piglia es uno de los pocos escritores de su generación que vio con claridad la potencia narrativa de la ciencia ficción y sus imaginarios.

¿Dónde te situarías dentro de la literatura contemporánea argentina?

Esta es una pregunta difícil de responder para mí. Creo que son los lectores quienes localizan a los escritores y a los libros en relaciones de parentesco dentro de un campo literario.

Sos gran lector y analista de Mark Fisher. ¿Cómo influye en tu escritura?

Es una buena pregunta pero no estoy seguro de la respuesta. Hay personas que dicen que Mark Fisher es algo así como una función, una manera de percibir la política y la cultura de nuestra época. En ese sentido, Fisher es más bien un estado de ánimo que una influencia directa sobre mi escritura. Creo que es uno de los intelectuales más importantes que leyó mi generación, casi como una contraseña, donde nos encontramos personas que veníamos percibiendo lo que él llama realismo capitalista aunque no lo llamábamos de esa manera. Supongo que haber trabajado en una novela de pulsión futurista es un poco consecuencia de intentar escapar de cualquier forma del realismo.

¿Quiénes son tus escritores de referencia o aquellos a los que volvés cada tanto? ¿Y novelas preferidas?

Una respuesta minuciosa a esta pregunta podría llevar mucho tiempo. Voy a indicar solo dos líneas que entiendo como referencias. En el campo de la literatura argentina, una genealogía que empieza en Macedonio Fernández, pasa por Borges y Arlt y llega hasta Piglia. En el campo de la ficción extraña y la ciencia ficción, esa línea debería empezar en Philip K. Dick, pasar por Ursula LeGuin, Ballard y Stanislaw Lem, y seguir hasta Gibson y M. John Harrison.

¿Qué libros de ciencia ficción nos recomendarías?

La mano izquierda de la oscuridad de Úrsula LeGuin, Solaris de Lem, Luz de M. John Harrison, Neuromante de Gibson, La ciudad y la ciudad de China Mieville, Historia natural de Justina Robson, Playa terminal de Ballard, la trilogía Xenogénesis de Octavia Butler, Ubik de Philip K. Dick.

¿Qué cambia para un escritor el hecho de ganar un premio como éste?

Si algo cambia, es en relación al libro y no al autor. Yo seguiré escribiendo como lo venía haciendo. Pero el libro es probable que encuentre nuevos lectores y lectoras que se acerquen a él a través de la visibilidad que le dio el premio. Y, en ese sentido, es una alegría. 


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