Crónica
Desconche sí, quebrada jamás
El otro día comenté que estaba quebrada. Sí, me quebré el codo y estoy enyesada ahora. Pero esto no me impide seguir escribiendo, mirando a los costados como la caballa que soy. Porque el presente no aguarda. Y porque desconche sí, lo acepto, pero quebrada jamás.
Por Rita Crass
Me quebré el codo andando en patines. En el momento más caótico. En el momento más desconche de fin de año. Desconche significa: todo el núcleo “uterino” creando, gozando, vibrando, visibilizando vida, no sé trata de maternar si no de sexo, de sexualidad y energía. Hablo de saltos en fuerza existencial, todo lo vivido, todo apareciéndose en múltiples formas, cuerpos, colores, ritmos. Todo en el mismo instante dándose vuelta también, para que podamos acomodarnos, re-acomodando y dando forma, molde, cause al caos existencial. El desconche es una forma mística de ver, vivir y ser (en) el mundo. Como una niña, todo el mundo para mí. Es un desconche tremendo, es lío y hay que dar forma…
Hoy toca encontrar las razones del curso del mundo y ordenar las crónicas. No tengo cómplices: a ustedes, lectores, hay que molestarlos. Vuelvo a escribir las crónicas. Hubo lesión pero nunca, jamás quebrada. Eso hubo, pausa. Me toca cubrir los precios. ¿Parezco una góndola, un carrito de súper? ¡Que mierd* me hacen hacer!. Dios, ahora averiguar el precio del tomate aumentó 300% y sale dos mil pesos el kilo. ¿Se fue todo a la mierd*?. Desde hace décadas.
Y después conté al aire que va a haber un paro de personal y una carpa por la discapacidad en Plaza de Mayo.
Más tarde me toca algo peligroso, que tiene que ver con el conflicto Israel-Palestina. No hubo un coche bomba, pero estoy en la Embajada de Israel porque hubo una amenaza de bomba. Hay un operativo grande, helicópteros y varios evacuados. No es la primera vez que sucede, pero en este contexto, importa más.
Por otro lado, veo si me despiden. Así, textual como lo digo. Despido. Al tomarme licencia mi jefe tóxico no sé lo que pretende de mí. Ya es algo que tengo que soltar.
Todas las crónicas están signadas por el maltrato del capital contra mí persona. Se me exige o se me trata como si fuera un castillo de sorpresas, como si fuera inmortal. Y no se me valora lo suficiente y tampoco se me paga muy bien. Estoy como todo el mundo en ésta época: asediada por el conflicto interno de la explotación y el cuidado de mi salud mental.
Regresando, se me citó a la tarde. Mí jefe me citó para decirme que “ponga más”. Que ahora cierra el año y hay que dar más y cubrir o vender las novedades de la época. Se viene la asunción y hay que cuidar la cordura y ser amigues de los animales.
¿Qué pensarán los perros de las calles acerca del gabinete? ¿De los legisladores? ¿De los pájaros, los caballos?
Últimamente estoy pensando en que no sé bien. Siento contradicción y desconfío de les aliades que impulsaron el feminismo en 1928 pero que tranquilamente si asume un nefasto patriarca por cuatro años será a regañadientes como un posible 2028.
No sé cuánto más se puede poner en la vida. Se viene la asunción, cosa que tengo que cubrir y lo único que tendríamos que pensar es, que, a diferencia de la frase de Barón Biza “arrojar manteca al techo”, ver si le puedo llegar a correr las sobras de una manteca random a mí perrita. Y si con las suertes, alcanza a futuro para la manteca propia.
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