Crítica La Tempestad de Shakespeare, en el Rojas

La Tempestad, clásica obra de William Shakespeare, se presenta en la Sala Batato Barea del Centro Cultural Ricardo Rojas. En clave actual, nos desafía a una confrontación con el presente y nuestra actualidad como sociedad.


Las tentativas por cambiar el destino nunca fueron tan explícitas o claras como lo que se trasluce en esta obra: la avaricia, la retención de la libertad, la manipulación, el dominio, el control de los acontecimientos. Todos a favor del personaje principal, el exduque de Milán llamado Próspero. Este gran personaje parece un demiurgo que nos hace conectar con Mefistófeles o un mago intrépido a lo Giordano Bruno en el arte de hacer magia.

Tiene en su poder el Libro de los Hechizos y es el drama que concierne en toda la obra. Próspero conduce una estrategia para vengarse o para dominar: su objetivo es ser el rey de Nápoles. Se ve atestado y engañado por su hermana y él, a su vez, engaña a su hija, engaña al príncipe, engaña al rey, engaña a todo el mundo. Todo se sabrá a lo largo de las escenas. Próspero controla un espíritu llamado Ariel, quien es obligado a hacer fechorías a cambio de su libertad. También encierra y domina el poder bestial de un tal Calibán. A su vez, ningún personaje se escapa de su designio. 

Rapta y hace subyugar al príncipe de la cúpula del reinado de Nápoles, al rey, a su séquito ebrio, a todo el mundo, tal su poder. Hay también una ambivalencia respecto del colonialismo, ya que las criaturas que Próspero domina no saben leer y él saca provecho de todo ello. 

Es una pantalla a lo pernicioso y entrada a una vida cambiada a merced del destino. En esta puesta en escena no todo es drama. Hay también abundancia de humor y sátira. 

¿Y la tempestad a qué se debe? ¿Es un capricho para cambiar el destino? ¿A qué se debe todo?, esa es la gran pregunta. Pero esta versión de Shakespeare no las visita, no quiere preguntas, ni de sentidos existenciales ni mucho menos profundas. 

El dramaturgo actúa, o más bien escribe, a partir de la visibilización de los hechos, y de qué modo cada personaje nos interpela. Nunca es pensado demasiado, es la cualidad del autor o la calidad de obra, en tempestad. O quizá es la codicia del humano que se refugia en aguas tempestivas, más que tempestades: lo que se agradece en Shakespeare es la sagacidad para visibilizar las voces de su presente. Siempre haciéndolas palpitar al ritmo de la nueva época.

Goethe ha dicho que “Shakespeare es un ser extraordinario, que crea, guía y ordena”. Escribió como vivió, aunque poco sepamos de esto. Esa es la actitud del inglés, en sentido práctico. Práctico y pasible en la obra La Tempestad.

Por su contrario, Tolstoi ha dicho de Shakespeare que sus obras eran “burdas, inmorales, vulgares y absurdas”. Básicamente, para el ruso todo lo que no oliera a un profundo sentido de la vida merecería ser descartado. Olvida Tolstoi que en su crítica Shakespeare no hace más que mostrarnos la avaricia en las posturas de los seres humanos, la manipulación, la locura, el amor, la vida y la muerte; en fin, los temas universales. 

Por eso oscuro y por eso drama. Por eso, también, una sátira al fin. Sátira y humor. La crítica de la obra parte del punto si es acorde a la coyuntura. Por un lado sí. Pero por otro, este siglo la obra está rodeada por plazas reprimidas, miles de personas bajo la línea de pobreza, supermercados con inflaciones descomunales. La gran puesta en escena está en el Congreso y las bancas las tomaron actores políticos ignorantes. 

Todo esto no aparece en la obra. Quizá aquí se cuentan también otros maleficios relacionados con el poder. Hoy en día, tal vez, se puede hacer un parangón, una correspondencia con la obra de un siglo de oro, a un siglo de sol negro aquí. 

El vestuario de la obra, el sonido, las luces y las proyecciones encajan a la perfección. La dirección y las actuaciones sobresalen perspicazmente. Mónica Maffía adapta y traduce fielmente el primer folio. Se trata de una obra destacada y que recomendamos, con un lenguaje actual y que, sin dudas, dejará pensando al espectador en las similitudes que se pueden establecer entre las obras clásicas y el contexto social actual.


Miércoles 24, 20 horas, última función de esta nueva puesta. ¡Esperemos que vuelvan a reponerla pronto!


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