Por Efraín Bucler

La continuidad de los procesos no siempre nos puede favorecer. Nos acostumbra a los estados de excepción y las actitudes impropias. Minimiza las situaciones extraordinarias y lo normal, que en Argentina ya era otra cosa, se tergiversa cada vez más.

Me siento entre dos universos de valores que van a chocar en algún momento. Una parte de mí se vuelca a lo funcional y operativo, a salvarse y salvarnos de la mejor manera posible. Otra, más conceptual, no cree que haya que optar por el mal menor, me empuja a patear el tablero de una vez y dejar de prestar conformismo a la nueva racionalidad vigilada. Sin las necesidades, es fácil resolver el camino. Pero con hambre es difícil pensar y en eso están muchas personas, alguna de las cuales conozco. O de las cuales, a veces, formo parte.

Transito los días con el vértigo de la primera y las tardes con la  reflexividad de la segunda. El medio para vehiculizar algo de armonía está en la música otra vez.