Por Efraín Bucler

El frio hace un mes viene avisando la llegada del invierno. En estas tierras, el frio es húmedo y duelen los huesos, los oídos, los bronquios. Con el arribo del Covid-19 ahora también duelen las pérdidas. De todos lados llegan las noticias y, como se dice habitualmente, el virus empieza a tener nombres y rostros. Historias de vida en una pandemia.

La cantidad de cosas que pasaron en estos tres meses nos han dejado sin la capacidad de llevar adelante un proyecto de vida y no solo por el virus, sino por el egoísmo y la necedad de una dirigencia que se monta sobre los titulares de diarios y los canales de televisión. Nadie puede pasar los días y las noches sabiendo que lo que tienen sobre la mesa es lo único que les queda, que después de eso no habrá nada. De ahí en más, todo lo necesario para mitigar el hambre se va a hacer. Esté permitido o no. Esta pandemia no solo se llevó el otoño, también la autocrítica y las responsabilidades de quienes nos gobiernan.

El anonimato del tapabocas me permite transitar las calles lejanas de distintas ciudades como uno más. Me permite decir y hasta gritar en voz baja verdades reflejadas por la música que escucho.