Editorial #7 “Si un día no vuelvo hagan mierda todo”

Un clamor con el que Úrsula Bahillo, una joven de 18 años, había alertado a sus seres queridos y al mundo que estaba en peligro. Como tantas chicas y mujeres, como todas por el simple hecho de ser mujer.

Úrsula había realizado dieciocho denuncias por violencia de género y obtuvo una perimetral pero, por esas incoherencias de la justicia, era ella quien tenía que esquivar a Matías Ezequiel Martínez, su ex pareja y agresor. Y es que Úrsula fue asesinada dos veces: por su femicida, miembro de la policía, de la bonaerense, y por el Estado y la Justicia, que no le garantizaron el derecho a la vida. 

¿Acaso hay algo que se pueda decir a esta altura al ver a otra piba muerta solo por ser mujer? La tibieza y la naturalización con la que las instituciones se manejaron respecto a este caso de patriarcado puro nos llena de impotencia, nos quita la capacidad de asombro y casi que nos deja sin palabras. Pero ensayemos algunas preguntas y conceptos.

Matías Martínez apagó la juventud de Úrsula a puñaladas. Y la impunidad que le da ser un policía estuvo todo el tiempo resguardada por toda la institución y por sus compañeros que salieron a reprimir una protesta espontánea de amiguxs, vecinxs y familiares el martes por la madrugada en Rojas, partido del noroeste de la provincia de Buenos Aires. 

Una disyuntiva enorme se presenta ante una mujer agredida: si el agresor representa a la ley y forma parte de una de las instituciones estatales, con monopolio de la fuerza y un arma de fuego, ¿cómo hace para pedir ayuda? ¿Y con qué confianza puede presentarse ante una comisaría a denunciar a un policía?

Según el Observatorio Mujeres de la Matria Latinoamericana, el 12% de los femicidios al 31 de enero del 2021, fueron cometidos por miembros de fuerzas de seguridad, en actividad o retirados.

Fotografía: Fede Asf

Esa policía asesina y cómplice, con códigos de silencio entre compañeros de armas y ánimos de reprimir una manifestación por justicia, es la misma policía que Axel Kicillof premió en septiembre del año pasado con 65% de aumento luego del intento de levantamiento de la fuerza. Y es la misma que ayer se mostró en formación bajo las órdenes del Ministro de Seguridad Sergio Berni para las cámaras y la complacencia del gobernador. Estos hechos ocurren en la misma semana en que murió Florencia tras diez días de agonía, luego de haber sido acuchillada por su hermano ex policía en Tortuguitas, Malvinas Argentinas.

Desde que comenzó el año hubo 44 mujeres asesinadas, una cada 20 horas. ¿Por qué las cifras se acrecientan si hoy en día se habla del tema, se discute y se debate en la agenda pública, incluso hay un Ministerio de la Mujer? 

La violencia de género es un problema social y la falta de respuesta es violencia institucional. En 2019, un informe del Ministerio de Seguridad de la Nación dio como resultado que dos de cada tres homicidios dolosos cometidos contra mujeres son femicidios. A esa magnitud lamentable e indignante nos enfrentamos cuando hablamos de violencia machista, de la vida y la muerte de las mujeres en nuestro país.

Es indudable que lo hecho hasta ahora no alcanza, que la lupa sobre la prevención está fallando. Además de justicia, es imprescindible una discusión más profunda sobre qué hacer con el problema. Las respuestas no pueden reducirse a la coyuntura, a las muertes cuando estas ya ocurrieron. Lo esporádico y espasmódico solo sirve para aumentar el rating de noticieros que al mismo tiempo informan sobre femicidios, los sorteos de lotería o una plaga de mosquitos. Porque la violencia de género se reproduce con más fuerza en el mutismo y la indiferencia.

Úrsula, como muchas otras víctimas, ya había denunciado a su agresor. No fue escuchada, como en los otros casos. Y ella pidió ayuda. “Nunca creí estar denunciando a alguien por violencia de género. Quiero ser la última”, escribió en sus redes el 5 de febrero. Recibió por toda respuesta un silencio.

Hay casos bisagras que generan cambios, ya sea por una cuestión que la convierte en relevante o por la conjunción de muchos aspectos dolorosos. Úrsula realizó dieciocho denuncias por violencia antes de ser asesinada. El interrogante es si ante este hecho atroz las instituciones del estado al fin van a dar respuestas contundentes. Si las direcciones, secretarias y ministerios con sus funcionarios al frente dejarán los discursos y las estadísticas para ponerse a trabajar en políticas preventivas y de apoyo a quienes sufren violencia solo por ser o elegir ser mujer. Y si el poder judicial, esa monarquía patriarcal moderna, deja de perseguir a militantes sociales y se decide a condenar asesinos como el agente de policía que ultimó a Úrsula.Desde La Linterna Noticias nos hacemos eco del reclamo público y pedimos que se dejen a un lado las políticas discursivas berretas e inconducentes. Pedimos justicia por cada una de las víctimas de violencia de género, pedimos  #JusticiaporUrsula

Ilustración portada: Valeria Álvarez

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