Tindersticks – Distractions (2021)
En treinta años de carrera, siempre al margen de las tendencias, Tindersticks continúa mostrando su turbia belleza. En este nuevo trabajo, además, arriesgan por nuevos sonidos en lo que no sabemos si es un disco de transición o producto de la época pandémica: eso sólo el tiempo lo dirá
Por Carolina Figueredo
Para comenzar hablando del último disco de Tindersticks se puede decir que la elegancia y el buen gusto están intactos. En este decimotercer trabajo (21 en total si contamos las bandas sonoras), también arriesgan por nuevos sonidos, y eso se agradece. Las atmósferas y sutilezas que crean, en este caso, están bañadas de minimalismo. En treinta años de carrera, siempre al margen de las tendencias, la personalidad de los de Nottingham los lleva a mostrar su turbia belleza contra la corriente. Desde un pop orquestal, más o menos barroco según los álbumes, un melancólico pop, un country-soul, o la sonoridad que elijan, la voz barítona de Stuart Staples se erige como estandarte e hilo conductor.
No Treasure but Hope (2019) fue un trabajo esplendoroso, con la agrupación volviendo a sus orígenes más orquestales y melódicos. Le ocurrió lo que a muchxs artistas: la pandemia y el confinamiento frenaron las giras y no permitieron que se promocionara como estaba planeado, por lo que el disco quedó dando vueltas en los circuitos especializados de música y de fans acérrimos pero no mucho más. Una verdadera pena que haría invertir el título del álbum en última instancia.
En ese contexto nace la idea de esta nueva producción. Si bien Staples comenta que no es un álbum de cuarentena, se grabó en ese entorno. Y la trama puede leerse como un libro. “Creo que el confinamiento brindó una oportunidad para algo que ya estaba sucediendo. Definitivamente es parte del álbum, pero no una reacción a él”, reflexiona el líder y compositor.
Publicado en febrero pasado a través del sello City Slang, la musicalidad aquí da como resultado formas diferentes, ensambles nuevos: texturas amplias, climas cálidos y un cuidado de los detalles y de los silencios en extremo. Sus miembros -Staples, en voz y guitarra; el multiinstrumentista David Boulter; Neil Fraser en guitarra; más Earl Harvin y Dan McKinna, ingresados tras la reformulación del grupo en 2007- se adaptaron a las circunstancias y grabaron de forma remota.
Quizás no encontramos una banda sonando orgánicamente ni sacando provecho de la calidez de los instrumentos acústicos, como nos tienen acostumbrados. Sin embargo, la experimentación cobra un valor supremo y por resultado encontramos una narración claustrofóbica por momentos, sensible por otros, y por sobre todo elegantemente trascendental.
El trabajo inicia con “Man alone (Can’t stop the fadin’)”, un poco extraña para el recorrido de la banda. Un magnético coro “Can’t Stop the Fadin’” se repite como mantra a lo largo de todo el tema y en partes aumenta en intensidad para acrecentar esa idea-fuerza a medida que la canción transcurre. El bajo marcando el ritmo sintético, guitarras filosas y loops obsesivos mientras Staples entona cosas como “No, I’m not greedy for the sky no-more”: una no-historia, sin relatos ni personajes. Hay una intención experimental con texturas que suman capas; sin embargo peca de extensa y si hubiera una búsqueda de otro tipo de innovación más allá de lo hipnótico distinto hubiese sido el resultado. Una canción por momentos bailable pero con la imagen de una persona danzando sola, alienada, enajenada tal vez.
Seguidores de primera hora, vuelvan: a partir del segundo track nos volvemos a encontrar con el Tindersticks que conocíamos. “I imagine you” es una clásica pieza de su catálogo, que los hizo portadores de inspiración de bandas como Belle & Sebastian, Lambchop o The National. Transcurre suave, con arreglos exquisitos de piano y cuerdas y la voz susurrante hablando sobre fantasmas, soledad y fragilidad. La belleza de lo sencillo al máximo esplendor.
Con “A man needs a maid” comienza la tríada de covers que contiene este álbum. Una canción de por sí orquestal y melancólica de Neil Young sienta a la agrupación de maravillas, en un pasaje hacia sonoridades neo soul. Con el coro a dúo aportado por Gina Baker, este tema nos retrotrae a los clásicos duetos “Travelling Light” (Tindersticks, 1995) o “Buried Bones” (Curtains, 1997). Las armonías vocales en “To give a love (to give a love) /You gotta live a love (you gotta live a love)” es de una exquisitez inquietante como sólo ellos saben alcanzar.
Quizás para reivindicarse de cierta misoginia que desprende la letra del anterior tema (“un hombre necesita de una sirvienta”), la elección de “Lady with a Braid” de la cantautora Dory Previn es muy apropiada. Una sensual cadencia transforma una tradicional canción folk norteamericana para relatar la historia de esta dama y sus tácticas para no dormir sola. Los instrumentos hasta acá funcionan mínimamente, lo necesario: es el conocimiento de la ambientación, de los silencios, de cómo se amalgaman casi alquímicamente, sin necesidad de rimbombar. Lo saben y lo bien que hacen en usarlo.
La voladura de cabeza llega con “You’ll have to scream louder”, de Television Personalities. Originalmente una oda punk contra las injusticias del sistema, esta canción se vuelve bailable porque ¿quién dijo que el baile no puede ser contestatario? Las inquietudes políticas y la furia se resignifican musicalmente, más no en contenido: “I’ve got no respect for/people in power/They make their decisions/from their ivory towers”. Aquí sí la instrumentación con guitarras que entran y salen, percusiones dotando de ritmo y voces que trepan con ecos vehementes cobra más importancia para generar un flow entre funky y trip-hop, aunque delicado y sutil como la banda misma. Cinco minutos que podrían ser más.
Tindersticks hace más que tres covers: hace suyas esas versiones. Seguido, “Tue-Moi” es un homenaje a los fallecidos en Le Bataclan, club víctima de un ataque terrorista en 2015 y en donde Tindersticks solían tocar. Stuart Staples canta en francés en esta chanson, desplegando su seducción de crooner en una pieza melancólica, solo acompañado por un piano. El resultado es emocionante más allá de la dificultad idiomática.
Unos ruidos a pájaros, a naturaleza, dan comienzo al último track, “The Bough Bends”. Que comienza recitado, reflexivo sobre encuentros y desencuentros, y después de esos minutos iniciales asoma la parte cantada y emerge la fuerza musical. De a dosis: un rasgueo de guitarra distorsionada de Fraser por aquí, otra por allá, un centelleo del teclado Mellotron de Boulter, una melodía más luego, un coro por encima de los versos. Hasta llegar a un clímax contenido, que no estalla, o tal vez sí en los términos de los ingleses, para volver a la calma inicial y los cantos de los pájaros.
Tal vez sí este es un disco producto de las circunstancias y quizás funcione como una transición hacia nuevos destinos. El agregado de nuevas búsquedas, sonidos y colores diferentes a su estilo es un riesgo hermoso que se permiten y que puede tener implicancias inesperadas. Y el costado clásico y distinguido de su sonido sigue allí, así que no hay de qué preocuparse. Una imagen podría resumir el 13º trabajo de Tindersticks: un hogar con troncos ardiendo en un día de otoño, mientras por los ventanales se ven las ramas de los árboles desprendiendo hojas amarillas, rojas, moradas. El silbido de la pava indica que el café estará pronto para reunir su vapor con el humo del cigarillo negro. Las canciones de este disco son los leños chispeantes ofreciendo su calidez.