El corazón roto de Fede

El corazón roto de Fede

Canciones para recordar ese dolor. Consumir con moderación

El amor, los encuentros, los desencuentros… cosas que mueven al mundo, ¿no? También que lo detienen por momentos que creemos eternos.

¿Cuántas veces te enamoraste? ¿Y cuántas veces lloraste por una persona que te rompió el corazón? El piso, lo más bajo que unx puede caer, ese sostén que unx toca para después reflotar, seguramente tuvo un sonido.

Observamos la belleza en alguna canción, intentamos entrar en ella cual espacio íntimo de redención y nos acompaña a atravesar ese momento de contrariedad. Contrariedad con el mundo, con los sentimientos, con la vida misma. Pero ese tema que ponemos en repeat, tal vez, nos mantenga unidxs a la sublimidad de la existencia.

En esta sección queremos compartir esos temas que nos protegieron mientras vertíamos lágrimas desveladas y tocábamos los límites del nihilismo cuando en realidad eran momentos que nos enseñaban a crecer. Porque de todo se aprende, ¿o no? Porque el vértigo es una forma de belleza. Y porque todxs tuvimos alguna vez el corazón roto como Fede.


Ilustración: Claudio Ruiz

FB: NegrAmente Caricaturas

IG: http://@negramentecaricaturas

Mail: negramente1936@gmail.com


Interpol – “Pioneer to the Falls”

En los albores del año 2000 el rock de guitarras estaba en crisis en épocas en que el mundo mostraba un panorama de incertidumbre, globalizado, atravesado por las nuevas tecnologías y un vacío consumista que le quitaba sentido a muchas cosas. Y así como The Strokes, Yeah Yeah Yeahs y White Stripes resignificaron los sonidos desde lo que se dio en llamar el revival garage desde New York a partir de sus propios estilos, Interpol se erigió como la banda revalorizadora de los sonidos más oscuros. 

Su gran proeza fue haber grabado un primer disco espectacular y que resiste al paso del tiempo, a la vez que desencadenaron un revival post-punk, una especie de subgénero de lo que ocurría en ese entonces en Estados Unidos. Y lo hicieron desde una construcción cuidada del aspecto visual y un nivel musical de exquisitez único. 

Las letras de Paul Banks -considerado uno de los mejores escritores del rock de la actualidad- se identifican por lo barroco, pasional y sórdido. Mientras que el sonido, pausado, refinado, hipnótico, se basa en acordes y punteos sencillos de su guitarrista Daniel Kessler, un gran despliegue del genio musical Carlos Dengler en el bajo (quien abandonó la agrupación y la música en 2010) y las percusiones constantes y sólidas del particular Sam Fogarino en la batería.

Los dos primeros discos (Turn On the Bright Lights, 2002, y Antics, 2004), salieron por el sello independiente Matador. En 2007 se cambiaron a Capitol Records por sólo un disco, Our Love to Admire, del cual extraemos este corte, que abre el disco. Sin llegar a ser minimalista, las texturas en general de las canciones de Interpol apuntan a la sobriedad y a un aspecto sencillo, sin pretensiones.


La canción comienza y ese punteo sin pretensiones atraviesa el cuerpo, sin embargo. Lo penetra como un alambre de púas, lo clava sobre la cama. No hay resistencia. No hay con qué presentar batalla.

“The soul can wait”. ¿Puede el alma esperar en este punto? Caminamos en la cima de la montaña, mirando la enormidad, extasiados e incrédulos a la vez. La batería y el bajo marcando un compás apesadumbrado, eterno, avanza por fin a un coro en donde las guitarras se enredan y dan paso a una caída en picada.

Minuto 2:55 y la famosa “Here comes the fall” suena arriba de un torbellino de delays en descenso sin fin. Nuestro corazón, a esta altura, ya chocó contra las rocas cien veces y seguirá chocando porque el derrumbe y el desamor son caminos insondables.

Y ese timbre penetrante, esa voz que desde el comienzo llama la atención, entona sombrío e impenetrable: “So much for make believe, I’m not sold/ So much of dreams, deceit, I’m not prepared to know/ Your heart makes me feel/ Your heart makes me bold”…

Las guitarras siguen dañando, agujereando nuestro espíritu mientras el bajo y la batería recorren nuestra médula espinal, como recorren todas las notas posibles en un desconcierto sonoro donde nada está en su lugar y sin embargo todo funciona para que nos termine de arrojar a la más absoluta confusión del alma, de nuestro sentir. Nuestro corazón se terminó de destrozar y no pudimos hacer frente.

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