Crónica: El templo de fuego

Dudo de que el lenguaje sea hecho para hablar. Mi voz es enigmática, pero intento constantemente relucir lo que tengo: un jardín de ternura. El lenguaje está hecho para comer y besar, y decir hola y chau. Ojalá pudiera.

Por Rita Crass


Ayer me llamó mí prima para que vaya al Malba. Le contesté: “Querida, NO CHOCOLATEO con nadie, ¿cómo crees que me sentiría en un lugar así?” No me gusta llamar la atención. Dudo de que el lenguaje sea hecho para hablar. Mi voz es enigmática, pero intento constantemente relucir lo que tengo: un jardín de ternura. El lenguaje está hecho para comer y besar, y decir hola y chau. Ojalá pudiera. 

Hoy, lector, usted que ni bola da a nada, ni nunca va a dar bola, le cuento un breve resumen de lo que se escribió en crónicas anteriores, quién soy. Me llamo Rita Crass, treintañera, caballa -y no yegua- en momentos triste, en otros alegre, en otros cansada, en otros entusiasmada, en otros momentos soy pura aceptación: sagitariana. Amo la vida. Y tengo cierto mal ánimo de salud. Me tiembla el ojo y tengo miedo de que se destruya mi conciencia. Y estoy trabajando para cuidarme. Amo que los pájaros canten y -si usted señora, repito, si usted leyó mis crónicas- amo profundamente las calles. Las calles y la realidad (la Realidad con mayúscula) son mías. Amo mi silla rosa y la estúpida rosita que tengo en casa. Y todo lo que quiera hacer, lo voy a hacer sintiéndolo. Responsablemente, esplendorosamente, abriendo el camino, desechando toda longevidad de espíritu que atasque. Mi jefe es un tarado. Mi vida es moverme. Hago crónicas sin parar. Mi cuerpo es letal. Tengo tres trabajos y no me alcanza, tengo mil sueños. No quiero morir aún aunque tengo altas probabilidades. Tengo el perfume de la mujer más fuerte de la Provincia entre mis sábanas. Saco fotografías. Hablo con todo el mundo pero nunca renuncio a mi individualidad.

Pero hoy, hoy mi crónica es mística -creo que todas lo son, pero hoy más. 

Roberto Arlt en Yo no tengo la culpa menciona a la cábala, que dice: “como es arriba es abajo”. Pero eso nunca menciona la cábala. Eso está escrito en el Kybalión y se le atribuye al hermetismo. La cábala sí dice “los días están esperando para ver qué podemos hacer con ellos” o un cabalista hoy reza “seamos aprendices hasta el final”. Bueno, cuál es la nueva. 

Ayer me peleé con todo el mundo, me mandan a cubrir huevadas. Y hasta pensé en renunciar y morir de hambre. Pero bueno, me fui a dormir bajón y casi bajón me levanté. Y ¡zaz! aparece ante mí, ante mi ventana, el fuego. Un templo de fuego. Vivo al frente de un templo de la comunidad judía que hoy se quemó sólo un poquito -nada grave- aunque me parece gracioso que la noticia me haya buscado a la puerta de casa hoy, y no al revés. La crónica de hoy estuvo esperándome afuera. Para que no me moviera, tan sólo viviera cómo espectadora: quemar el templo, quemar el templo y seguir mi corazón. 

Luego de cubrir esa nota fui a luchar cronisteando en una protesta de panaderos. El anarquismo es lo mejor señora. Usted sabe. Piotr Kropotkin en La conquista del pan sostuvo que las estrellas y el piano nunca tienen que faltar a los pobres.

Pero yo aproveché, además de pensar en el príncipe Piotr, a preguntar recetas: sin estrellas ni pianos detrás.



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