Bajo la trampa del sol: orquestas, tramas, artefactos y música

Nuestra cronista se hizo un tiempo entre sus trabajos para visitar la casa de Roberto Arlt en Flores. Sí, ese Arlt del que bebe sus enseñanzas. Fue en búsqueda de algo que pudiera llevarse como un tesoro y encontró un mensaje. Más tarde, bailó al ritmo de Erasure para quitarse las malas vibras de odiar. Y acá te lo cuenta.

Por Rita Crass


Golpeé la puerta de la casa de Roberto Arlt. Aquella donde vivió, donde escribió, donde estuvo con su perfume dándolo todo. Donde fue maltratado y donde habrá roto sus sueños. Donde escribía y se perfilaba a ser un caballo y tomador de café. A su vez, me veo interpelada, trabajo cronisteando: haciendo crónicas como Arlt. Duermo poco, amo mucho y hablo lo justo. Estoy siendo una caballa excesiva para traerlo a mi presente, necesito regalarle flores. Parezco una niña, no me gusta esperar y tampoco me gusta pensar demasiado. Por eso amo a Arlt. Se quedaba dormido parado, mostraba a los gritos sus manuscritos y pensaba hacerse millonario con un invento de medias de nylon. Su amigo, Elías Castelnuovo, lo define de la siguiente manera: “era un hombre magnético y mágico”. Yo siempre quise ser eso. 

La casa queda en Flores. Fui a ver sus rastros, a ver si se encontraba algo como un tesoro, o alguien que me hable de él, alguien. Alguien. Alguien. Detrás de la puerta nada. Nada. Nada. La puerta negra enmudecida de hierro, pero ¡zaz! escucho una voz sutil y pintoresca que susurró: 

“Señorita, aquí no vive su Arlt”. 

Esa crónica está censurada porque no pude ver nada dentro de la casa de Flores. Pero pregunté a vecinxs y todos dieron la lata de que en ese lugar siempre hay gente. No se sabe. Traigo esto a cuento por todo lo que significó Arlt en estas crónicas. Creo que su espíritu nos acompaña, y porque estuve escoltado de un “Sandrito” de la provincia de Buenos Aires, un personaje enigmático, querible, que está, al igual que yo, infectado por Arlt. Una no sabe bien lo que tienen estos jóvenes como él, que creen demasiado en sueños. Yo siempre quise una albañila o una arquitecta, no encontrarme a un muñeco de torta para ver la casa de Arlt. Pero somos confidentes en este secreto arltiano. 

Hoy día Lunes, la crónica es otra, me tocó cubrir dos cuestiones básicas, una que se trató de las medidas del gobierno acerca de bonos u otorgaciones crediticias que se le darán a los monotributistas. Todo una aventura para decir que en el país la mayoría está en negro. Lo otro, más a la tarde, en pleno Congreso, la Marcha del Gatillo Fácil, la novena. Hice una entrevista a la hermana de Hernán Gomez, asesinado por la policía

Nada fuera del asunto que siempre cuento: sigo siendo hater con mi jefe. A veces hay que bancar el odio, hate love, love hate. I love to hate you, y a bailar. Sigo -como conté en otras crónicas- odiando a mi jefe, que es un tarado. No suelo gastar mi energía odiando, pero lo odio. No le deseo nada bueno. No para de hostigarme.

Yo siempre igual: a la tarde-noche, saliendo de la trampa del sol, trabajo dando un taller. Me verán siempre orquestando amor, que florece en escenarios, con artefactos, tramas y con esta música:


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