La música del tren – Leandro Kalén

Por cosas del destino y de la circulación cultural, llegó a nuestras redes La música del tren, una obra en la que Leandro Kalén pone banda de sonido a las melodías de los vagones del Tren Roca. Un disco que seguro escuchaste, aunque no en esta versión. Aquí te lo presentamos

Por Martin Silva


Leandro Kalén rastrea la melodía, el ritmo y finalmente despliega una música que acompaña a esos fraseos que vendedores y vendedoras tiran en los pasillos. El resultado es una producción lograda, con unas mixturas sorprendentes. Folklore, bossa nova, jazz y otros estilos, que terminan configurando su universo musical característico, y que sirve de escenario en donde lo que lucen son voces de personas anónimas y populares a la vez.

Leandro Kalén

El trabajo comienza con “Gaseosa”. Una pieza que introduce de manera lenta, pero que da cuenta del grado de autenticidad y originalidad de lo que viene. Le sigue “Hay ricas chipas”, y la musicalidad de la voz de la trabajadora envuelve el ambiente de calidez. Mientras, como telón de fondo suena un piano que dialoga en un contrapunto extra temporal, pero por demás sensorial. Luego llega el turno del rock con “Encendedores”, que se vendían a tres por cien pesos.

El autor es un músico, multi instrumentista y compositor. Para este envío, ejecuta guitarras, piano, bajos, percusión y más. También pone en práctica esa huella que queda en la memoria de las personas que viajan. Una operación nada sencilla, pues la huella queda, deja su rumbo. Pero es Leandro Kalén quien toma el desafío. 

El tema siguiente es “Sánguches”, así: escrito como se escucha. Un guiño a las adaptaciones lingüísticas rioplatenses. El clima se vuelve a densificar, por decirlo de alguna manera, y las notas altisonantes pasan a un ambiente más real, a una voz castigada por el trabajo cotidiano y los pocos resultados. Una voz quejosa que no llega a ser desesperada, pero que sí expresa la tensión entre las necesidades básicas y lo que se puede conseguir luego de un día de trabajo en los pasillos de los vagones del tren.



“Helado” es un funk corto y vertiginoso. Un agite que se corta con la vuelta del arte culinario guaraní: “Hay chipa chipas” es una segunda opción, tal vez una versión más intimista. A esta altura, lo de Kalén es un trabajo antropológico, que da cuenta del universo vertiginoso de pasillos y gente apurando el paso para encontrar un asiento o un lugar en los respaldos pegados a las puertas. Para viajar de la manera más cómoda al trabajo, o para que el regreso a casa no siga hostigando y fatigando el cuerpo.

Es en esos escenarios donde transcurren las ahora canciones que conforman La música del tren. Mas, no hay rock, como tampoco hay cumbia. Abierta y directa, la música que más se escucha en el conurbano bonaerense y también en la CABA están ausentes de manera estilística y con decisión en la producción de Kalén. Tal vez sea para demostrar que aquí hay mucho más arte de lo aparente. Hay mucha más virtualidad en el andar merodeando durante horas y horas por la mañana o por la tarde en el ferrocarril Roca.

Con “Caramelos”, el álbum comienza su final. Dialogo entre bajo y piano mientras el vendedor/vocalista despliega en pocas líneas las bondades de las golosinas ofrecidas. “Historias” desgarra desde el comienzo: el piano que introduce a un ambiente entre el apuro y la atención latente. Historias castigadas, pedidos de ayuda, desprotección y un tanto de amplificación también. 


El último acto es acertado y destacado. La producción termina con “A voluntad”: con lo que quieras, con lo que puedas, con lo que dicta tu corazón. Tal vez esto fue la producción de Leandro Kalén: lo que le dictó el propio corazón.


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