Crónica ¿Nuevo año? ¿Nueva vida nueva?: Mileimato y disturbios

¿Una Cenicienta en patines o una cronista precarizada? Quizás en el fondo sean lo mismo. Se viven momentos acelerados y, parafraseando a David Viñas, entramos en la era Mileimato y disturbios. Mientras tanto, una nueva hora comienza en la ciudad.

Por Rita Crass


Usted va a decir que dentro de poco será nuevo año. Nueva vida nueva. Hará una balance que a nadie le importa. Y fumará habano, tomará champagne, andará tal vez a caballo, visitará Tigre, comprará revistas sin valor, buscará precios para su corazón herido y, sin embargo, estará endeudado por el resto del año nuevo. Pero sobre todo. mirará su reloj y preguntará al chófer cuánto falta para llegar a un buen puerto. A un puerto del amor. A un puerto del amanecer. A un puerto seguro. Usted se equivocó de dirección: le dirán que está en Argentina. De coté, entonces, recuerda que es la asunción de un nuevo presidente. Ve en la plaza congregantes. Jóvenes millenials con buzos amarillos en el cuello, despolitizados y todos creyendo en la vida nueva. Hay un nuevo presidente anuncian los grillos. Un nuevo presidente, que no tiene parangón. Llegamos a la representación del nuevo año nuevo. ¿También festejará? ¿También reirá, amará? 

Leerá la Nazión, que le dirá en letra trunca y resplandeciente: un dólar blue llegando a mil, el oficial a 400, la inflación aún en alza, un cuarenta por ciento de pobreza, los precios de la nafta al 30 por ciento de alza y hoy sube más. Todos están operando en su contra. 

Pero, soy caballa, y estoy en contra del usted. Lo tuteo y le digo boludo, como me sale, sinceramente siento que hablo y me expreso bien. Y como me gusta expresarme, hoy me toca cronistear. Cronistear, decía, que era hacer crónicas. Estoy en la Casa Rosada desde temprano. Es la segunda vez, me siento romantizada. La Cenicienta se perdería acá. Que hubiera pasada si realmente no esperaba y se perdía. Pues, cómo decía un poeta: “estar perdida es lo único maravilloso de la existencia”. Prefiero, antes que una cenicienta dormida y de derecha, llegar a ser la que nunca llega a nada, la que hace pero nada, que la monada no dé bola a nada, y que me quedara jugando con mis patines y se me pierda antes de salir a un torneo. Perder un patín es romántico. Por cierto, el príncipe Azul también se pierde. Nada llega a encontrarse. No hay final porque no se sabe. El precio de la espera en Cenicienta es inevitable, es una huevada pero la Cenicienta ya no espera. Hace una revolución social. Por qué esperar, siempre el ¿mañana? Postergando al presente redimido, para qué esperar si es año vida, vida nueva, ¿buenas nuevas?. Dentro de Casa Rosada estoy, ya, sin patines. A punto de salir al aire, aunque el aire es lo que se corta. Tenemos un nuevo presidente. Me anoté para preguntarle a Milei: que tiene pensado hacer con las manifestaciones. O mejor: ¿Peinarse no se va a peinar nunca?. ¿Es un hombre respetable y confía en su hermana como Nietzsche o como Hitler? ¿Piensa que el poder es un juego? ¿Porque clona a su perro y no se clona a usted mismo para aún más desgracia del pueblo, y termina yéndose a la Luna y nos deja en paz? 

Usted sabe lectorx. Spoiler: No habrá vida nueva. Los príncipes azules no existen. Esto ya se vivió. Parafraseando al libro del D. Viñas Menemato y otros suburbios hoy y mañana será: “Mileimato y otros disturbios”.


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