Crónica Antes muerta que normal. Antes enferma que fatal. Antes que nada, ¿cultivar?

La normalidad apesta. La normalidad burguesa retiene todo lo que los sueños quieren expresar y ser dichos. Antes muerta que normal. Sin embargo… la “normalidad” no está muerta. Sigue, normalidad infernal, normalidad que enferma.

Por Rita Crass


Estar enferma se convirtió en mi segunda profesión. Todo el tiempo frágil. Es psicosomático, sucede cuando el dolor del mundo es tan grande y no podemos evadirlo. Me llega un mensaje: “¿Rita venís el 21 a la Cultura del Barrio?”. Entiendo cómo la gente vive amando la música y se congregue para festejar el amor o el ritual de un supuesto amor por el ruido, se llama sonido distorsivo y básicamente, es un pretexto para siempre juntarse, además de cultivar el barrio se cultiva la vida. Pero nadie me envía mensajes para plantar flores. ¿Por qué?

Estoy enferma en los momentos más claves de la vida, negocié hace tiempo la estupidez de cerrar la boca y no pedir aumentos a mi jefe, sólo rezo por un café. Quiero andar jugando. No sé hasta que altura podré soportar: Ya hay cosas en mi vida que no quiero nunca más. Pero si florecer.

En mis crónicas hay cuestiones que florecen: algunas trabajadoras del cuidado están laburando codo a codo en los barrios más pobres del mundo, para bancar el puchero. Algunas otras, costean sus pasajes de sueños con tácticas y estrategias para continuamente transformar la realidad.

Las cronistas giramundos luchamos. Pero no como luchan los amantes de Brecht, o como luchan las antenas nacionales por no apagar su ruido. Luchamos para llegar a fin de mes, luchamos para levantar la voz, pero ¿por qué no puedo levantarle la voz a mi jefe? ¿Les dije que es insoportable? No es novedad, tampoco su falta de respeto. 

Vuelvo al tema de plantar flores. Lo novedoso es que ya no me alcanza para comprar el agua para regar las plantas. En esta casa casi todas las plantas mueren, el agua corriente no está bien, las asesina. Las únicas que no mueren son las estúpidas rosas, que aún secas tienen una forma del amor inquebrantable. 

El escritor alemán Goethe sabía algo. En su “metamorfosis de las plantas” sostuvo que hay un puente primordial, un puente entre lo sensible y lo suprasensible, entre lo material y lo espiritual, ambas van juntas en la planta. Goethe construye un jardín hermoso e Italia cae de culo en éxtasis por sus descubrimientos. Yo no quisiera ser como Goethe sino ser una poesía suya, ya porque soy lo que dijo: eterna femenina.

Cronisteo, haga crónicas, escribo mientras voy viviendo. Semanas atrás almorcé con empresarios, trabajadores agroecológicos de la tierra, conversé con sindicalistas que pelean por el millón de pesos mensual, salté molinetes, otros tuve que pagarlos y en el momento que me atrapó la tristeza coyuntural, invité a mi hermana a dormir a mi casa. “Hagamos pijamada”. Ahora que mi cuarto está lleno de peluches de mi cachorra, compartir habitación con mi hermana será casi como volver a tener diez años. Pero sin la fantasía de la televisión hasta tarde ni el miedo a la muerte. No se permite pensar en la muerte, no se permite pensar en nacer. Sólo se me permite “cantar, reir, soñar”.

En estos días, todo sigue siendo rudo, el gobierno sigue siendo la malaria, están reprimiendo todo porque es la única forma de ir contra el pueblo y a favor de los grandes ricos. Tratando de ley bases, las reformas que se discutieron, pienso que, lo que brilla siempre fue lo que las antiguas escribían en un papel:

“Antes muerta que normal”. 

Esta normalidad es una mierd*. Agrego: antes enferma que esta normalidad. Antes que nada: ¿cultivar?


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