Año nuevo, muerte nueva
Año nuevo, muerte nueva

Año nuevo, muerte nueva

Una elegía al traspaso de año, una nueva manera de encarar las tradiciones: eso es lo que propone Rita Crass cuando plantea: “Año nuevo, muerte nueva”

Por Rita Crass


Sabemos que fue un año indigerible. Deambula el libertario promedio que te dice con tono de pauta publicitario youtuber, el libertario que es mercachifle y sagaz a la vez:

“Feliz año nuevo y feliz vida nueva”

Y usted no lo mira. No lo mira porque sabe que ese tipo es despreciable en su afán de querer ver dañado al otrx, porque usted sabe a quién votó, no lo mira porque ese ser prefiere que esté mal su vecinx a que se mejoren las condiciones de posibilidad del conjunto. Y cansado de que el año haya sido patético y con números escandalosos –en lo laboral, lo inflacionario, y la pobreza– para cualquier persona sensata es mejor no mirar.

Tampoco fue un feliz año nuevo ni vida nueva para Lanata. En el velorio (que fui a cubrir como cronista) nadie le dijo nada. No aparecieron los amigues mercenarios que supo mentar todos éstos años. Pero Fantino va a seguir, Majul va seguir, Yanina Latorre va a seguir dando lata y diciendo:

“Feliz año nuevo”. 

El chico que se jugó la vida por una moneda, el policía que mató a su vecino para que baje la música, el dueño del bar que se parece a Patoruzito, donde usted quiere intoxicarse, la mesera del bar de al lado de su casa, el perro que huye despavorido por los sonidos de los cohetes, el peón del 24, el dealer de todos los años que vive de eso, tan sólo de eso. Todxs sugieren que éste año se irá y será feliz el entrante. 

Pero nadie dice “Año nuevo, muerte nueva”. Debería decirse porque tendríamos que estar preparados simbólicamente para morir a una faceta de nuestra vida, para apreciar, crear, cosechar, abrazar otra completamente nueva. Año nuevo, muerte nueva, ahí la fuerza y la potencia de la vida. Hay que aprovechar la oportunidad estos días. La oportunidad de colocar, entre la monada –que no da nunca bola a nada– dentro del super chino, dentro de la sinagoga por Caballito, mientras compra el aceite mejor o un pan dulce o un tabaquito, la frase ruda y profética: “año nuevo, muerte nueva”.

Usted piensa que siendo libertario va a cambiar el mundo o domar a alguien. Usted piensa que el próximo año será distinto con un gobierno que se hace llamar anticasta y es la peor escoria de todo éste siglo en la historia. Amerita una mínima reflexión:

-¿Y qué sueños de libertario tiene para el año que viene?

Usted quiere tener sueños pero sólo tiene la heladera vacía. Ama la palabra sueños. Quiere avanzar, quiere tener libertad. Quiere vivir con dólares, insultando a los políticos, y vuelve a presentir que cobra y no llega a fin de mes y que se le vaciaron las ambiciones de todo tipo.

Y espera otro año…

Y le otrx, con la SUBE cargada o con las intenciones de realizar la explotación más feroz de los últimos tiempos, no tiene tiempo; quiere ser feliz, quiere ganar, quiere tener una vida americana.  

El que siempre tuvo dinero le importa nada lo que aquí se escriba. Manifiesta que alberga la íntima sospecha de perderlo todo, por eso compite agresivamente para el año entrante. Sin embargo, ya sabe que su negocio financiero está repartido entre sátrapas y familias aristocráticas en éste país. 

Aquel que luchó por los trabajadores y aún sigue con sus misivas, sigue esperando y espera y hace esperar y nada. Y parece que nunca para de esperar. Espera para que en algún momento todo sea distinto. Dice  “ponerse en campaña”: encontrar un nuevo plan para vencer al mal (él también espera un año nuevo). “Veremos éste año nuevo”. 

Así razona el estudiante de trabajo social que no fue a ninguna clase y pretende terminar la carrera. Así conversa el pastor evangélico que puertas adentro es violento con su familia, el abogado que espera cambiar de trabajo dentro de la fiscalía, el director de policías que aguarda que no lo echen, el empleado de industria que vendió su alma al diablo, el militante de Anses que está cansado de mentirse, la escritora que sólo vive de rentas, el amigo que está tocando en un crucero y que envía imágenes de buenas vidas y buenas vibras, el joven que hace remeras y las vende cinco veces el precio que las pagó. Y así todxs.

Hay libertarios, aún de mayor estupidez, que dicen:

-“Hay que esperar al año entrante”

Y usted sabe….

Y usted sabe que el “año que viene” tendrá más de trescientos del porcentaje en los productos básicos, y sabe que tendrá que pagar su alquiler, que tendrá que vender sus cosas, usted sabe que no cambiará nada.

Comprende que es también difícil discutir por chimangos.

-Veremos este año que pasa con Caputo, el mejor ministro de economía…


La única que mira de reojo, y sabe que ese ministro endeudó a más de 100 años la Nación por más de cincuenta mil millones al país, es la abuela. Esa abuela que tendrá que ver todas las estrategias posibles para arreglárselas con la familia entera. 

La abuela sabe que tendrá que lucubrar de todo para safarla. Que ya no tendrá el medicamento y tendrá que bancarse la pálida del año entrante. Y uno quisiera tener la mística de la hermana Teresa de Calcuta y no inmutarse. Pero recuerda: 

Sólo dios y el diablo dirán internamente: vida nueva y muerte nueva. 


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