Repaso por un documental y una banda mítica De cuando Dios existía

Pasaron casi desapercibidos en su momento pero el tiempo les dio un lugar entre los artistas de culto. En 2014 Mariano Báez presentó el documental “Escuchar a Dios”, que desde hace un año se puede ver en la web. Esta reseña nos sirve de revisión ante la entrevista que nos concedió Tomás Nochteff, su bajista

Por Carolina Figueredo*

Constitución, su estación y sus alrededores. Retiro, su estación y sus alrededores. En esas imágenes de cualquier lugar marginal de madrugada o amanecer que se le asemeje, podrían sonar las canciones “Salir de Noche”, “La Princesa” o “No Sé” y musicalizarían igual de certeras como lo hicieron en el documental Escuchar a Dios de Mariano Báez

Las ásperas letras de la banda hablan justamente sobre esos sitios, sobre la crueldad de la desigualdad, gente laburante, calles de Buenos Aires, salidas y derrapes, engranajes de maquinarias que funcionan gracias a la sumisión. Canciones que viajan sobre bases hipnóticas llevándonos desde el nihilismo hacia el existencialismo lírico que hacen al mito de una banda con nombre grandilocuente.  

La historia de Dios es la de un grupo extraordinario que no tuvo su reconocimiento como tal en el momento que existió, pero que queda en el recuerdo de la movida under de los ‘90s como una de los más originales de su generación. Quizás justamente eso, fueron demasiado originales, como intentó demostrar Báez a través de los 104 minutos que dura su realización. 

Estrenado originalmente en el Festival Internacional de Cine de Mar del Plata en 2014, luego en unas pocas proyecciones en 2015 en la Ciudad de Buenos Aires y Córdoba, finalmente, después de muchos “ruegos” por parte de quienes no pudieron verla en su momento o querían revisitarla, fue puesta a disposición por parte del director en las plataformas Youtube y Vimeo hace poco más de un año.

Si bien con pequeñas fallas técnicas (el sonido de algunos testimonios se pierde, el archivo en VHS no es de la mejor calidad), la entrega del realizador santafesino narró de manera lograda a través de los protagonistas y asiduos concurrentes a los shows la vida de una agrupación contracultural en una época neoliberal donde se consumía otro tipo de música, mismo desde la independencia, más optimista y ligera, y no esa poesía realista, callejera y cotidiana con profunda raigambre maldita de unos tiempos nefastos pero también hermosos en los huecos que el arte lo permitía o lo generaba de alguna u otra manera.

Tomás Nochteff en las cuatro cuerdas, Javier Aldana en una batería destartalada y Pedro Amodio en una voz que recitaba, “garantizado libre de guitarras”, el trío innovó desde su estética, su oscuro y crudo estilo pero sobretodo en el riesgo de lanzarse con una formación poco tradicional, cuya eco se coló en una década en la que las bandas emergentes generalmente sonaban alegres, “floreadas” -como dice uno de los testimonios del documental-, a contrapartida de la realidad socio-política del país en esos años.

En esas letras se representaba a los que estaban por fuera del sistema mirándolo todo y Amodio lo describió de modo discepoliano como si estuviera sentado en el cordón de la vereda de la vida misma, con las bases-melodías radicales y claustrofóbicas de Nochteff y Aldana. Tres muchachos con una idiosincrasia diferente, con objetivos disímiles, que casi ni ensayaban, pero que generaban algo especial cada vez que se juntaban sobre un escenario.  

El director recopiló primeramente las voces y los recuerdos de los tres integrantes. Para ello debió viajar a Berlín, donde Nochteff vive y tiene base su proyecto musical actual Mueran Humanos, y a Mallorca donde Amodio se exilió en 2001. Su público era un rejunte de punks, darks, alternativos, bohemios, intelectuales. Pero no rejunte en el sentido peyorativo de la palabra sino en cuanto a su variedad y necesidad de encontrarse en esos inciertos recitales. Estos podían durar horas y horas, hasta que los dueños del lugar los echasen a patadas, o podía no haber show porque alguno de los integrantes no llegaba a tiempo, como queda patente a partir de los testimonios de los propios músicos y de algunas imágenes de backstage.

Al escuchar su cassette registrado en vivo en el Centro Cultural Rojas en 1995 y el único CD de 2001 (grabado entre 1999 y 2000 por Gonzalo Córdoba de Suárez para F.A.N. Discos), la sensación que sobrevuela es la de estar en presencia de uno de los sonidos más fascinantes de los ´90s. 

Desde su nacimiento, Dios ha sido aprehensible para unos pocos, aquellos que no aceptaban la sórdida realidad de la época, y quizás por eso pasó desapercibida para la mayoría. Intensos, perturbadores, casi siempre inclasificables, su música es la banda de sonido de una generación que perdió, no perdida porque dio su batalla. Como ellos mismos, que tocaron entre 1992 y 1998 y se volvieron a unir para la grabación del disco, por insistencia de Córdoba y de sus fans, pero que ya tenían en mente otros planes para sus vidas.

Productos de una época aunque también adelantados a la misma, una frase rescatada de la proyección resumiría la esencia de Dios y el porqué de un documental acerca de ellos: ¿se podría hablar en términos de fracaso? No, porque su éxito es el hecho de que perduren en el recuerdo como un mito de esa década. 

*Algunos fragmentos de esta nota fueron originalmente publicados en el sitio indiehearts.com

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