Entrega XXXIII Diario de la Pandemia (Fase III Inteligente)

Por Efraín Bucler

Día 176 – Lunes 7 de septiembre

El auto se queda en casa. Arranca pero hace un ruido que me preocupa. El micro es una forma de viajar cómoda cuando se viaja sentado y con tiempo. Ahora que estoy apurado y el micro está completo me da bronca estar en la fila veinte minutos más.

Ya en mi puesto, hago unas cosas a las apuradas y salgo a comprar algo para el desayuno y de paso llamo al mecánico por mi auto. Me dice que si puede andar lo lleve a la tarde, así que me voy hasta el cajero para tener unos pesos por si hay que comprar algún repuesto.

Vuelvo al trabajo unos minutos después con bizcochos para los mates. Sanitizo la bolsa rociándola con alcohol en spray y Jorgito me mira extrañado. Me pregunta si hago lo mismo con todo y le digo que sí mientras rocío también mi juego de mate y la pava. Me quedo solo con los mates porque los demás se van a la reunión con Casan que ya ni me acuerdo lo que quería comunicarnos.

Escucho: “So what’cha want” de Beastie Boys.

Día 178 – Martes 8 de septiembre

Al final, el embrague del auto y no sé qué más llevan unos días y miles de pesos. Hoy tengo suerte, no trabajo, así que aprovecho para actualizarme con las noticias sobre la protesta de los policías. No es un acuartelamiento de los que pasan cada tanto. En realidad se movilizan. Van o están yendo a un lugar llamado Puente 12 donde está una sede del Ministerio de Seguridad. Las motos, el helicóptero y las ametralladoras del ministro están ahí, las cámaras de televisión que tanto le gustan al ministro reflejan rostros serios, indignados de uniformados que escuchan a uno de ellos que se sube a la cabina de una patrulla con un megáfono. 

Escucho: “Dirty boots” de Sonic Youth.

Día 179 – Miércoles 9 de septiembre

Viajo en micro igual, porque voy a buscar los repuestos que compré por internet casi a la mitad de lo que me salía en una casa oficial. En los asientos de atrás van tres policías de la Ciudad con sus chombas bordo y la pistola en la cintura. Hablan de lo poco que ellos cobran en la provincia, que no les dan chalecos y que no tienen una buena obra social. Hablan con indignación, casi en voz alta, de los peligros de patrullar en el conurbano con todos esos negros y los contagios. Se bajan en Plaza Constitución como yo. De hecho, vienen del conurbano como yo. Se quejan de los negros una vez más cuando ven la plaza llena de gente que se agolpa en la entrada de la Línea C del Subte.

Escucho: “Common People” de Pulp.

Día 180 – Jueves 10 de septiembre

Estamos en la vereda del taller, con el mecánico que se queja todo el tiempo, como si le molestara que esté parado a su lado ayudando. Casi nunca habla pero hoy parece que se siente empoderado y empieza con su perorata en favor de los policías amotinados.

Dice que vive en Lanús y que es imposible vivir con la inseguridad, que la policía hace lo que puede pero tiene las manos atadas y me pregunta si sé lo que es arriesgar la vida cada día. Un muchacho flaco, con camisa de trabajo y de rulos teñido de color ceniza que se notaba un poco enojado, le contesta que ahora mismo estamos arriesgando la vida y que los policías son todos unos vagos y coimeros y que a esos que bailaban con un arma en la cintura en la puerta de la quinta presidencial hay que meterlos preso por golpistas. 

Tanteo si tengo la sube a mano por si el mecánico no termina para hoy con mi embrague. Saco mi juego de soldadura del capó. El muchacho se sube al Peugeot y le vuelve a decir en voz alta “para los golpistas nada de aumento salarial. Para esos, cárcel común, efectiva y perpetua”. Cierra fuerte la puerta y me pregunta en voz baja si conozco otro taller mecánico cerca.

Escucho: “Gouge away” de Pixies.

Día 181 – Viernes 11 de septiembre

Calma en el trabajo. A días de la primavera todavía quedan esperanzas que todo vuelva a ser normal en algún momento. “Los policías amotinados se llevaron un aumento del 45 al 60% y los trabajadores de salud van a cobrar el mismo sueldo que en diciembre del año pasado”, dice Jorgito y se pudre todo otra vez. Enojos, quejas, reclamos al televisor, como si el gobernador y el ministro les respondieran. Les pido calma con tono irónico y me miran de costado, como desestimando lo que tenga para decirles. 

Como somos compañeros de tanto tiempo, ya saben cuándo les voy a hablar en serio y cuando hay una broma de por medio, así que ni me escuchan. Igual les pego un grito para llamar su atención. Y les digo que ya se tendrían que haber acostumbrado a estas injusticias, que existieron y existirán siempre.

Escucho: “Everlong” de Foo Fighters.

Día 182 – Sábado 12 de septiembre

Sol radiante en el cielo, allí arriba. En la tierra paz a los hombres, dice la canción. Yo sigo dentro de casa. Pocas ganas de salir. Tengo pendientes unas compras y tal vez acomodar el galpón. Pero también me faltan ganas para encarar los trabajos manuales, así que pongo la pava para la segunda tanda de mates. Converso con los compañeros de trabajo por el grupo de WhatsApp. Cosas de la pandemia y la vacuna que están pendientes. Y tal vez no se resuelvan nunca. Los edificios viejos de los hospitales que no dan más y no están preparados para los aislamientos, el personal mal pago y los gobernantes mentirosos. El Viejo dice que habría que escribir un libro y que Adrián lo tendría que hacer porque siempre tuvo ese talento innato. Yo me quedo en silencio, con un poco de vergüenza y de bronca porque tengo un Diario que sale publicado hace meses y ninguno de mis propios compañeros lo lee. Sigo sin contestar el chat. Y se van yendo de a uno. Yo ya me había ido.

Escucho: “Just” de Radiohead.

Día 183 – Domingo 13 de septiembre

Camino por las calles del barrio hasta el mercado y después a comprar cigarrillos, casi media cuadra de cola en la estación de servicio y yo tratando de conseguir un pecio razonable para veinte puchos. Hay unas bicicletas acostadas en el pasto y sus dueños a unos metros parados en ronda, hablando de recorridos y tiempos en voz alta. No me molestan pero tampoco me llevo bien con esos ricachones que se gastan una fortuna en un caño con dos ruedas y en esos equipos térmicos. Ninguno lleva barbijo y me miran pasar con mi bolsa de compras mientras tampoco bajo la mirada. Dura unos segundos el desafío. Les paso bien cerca de las bicis y me doy cuenta que bajan la voz y me siguen con sus ojos detrás de esas gafas importadas.

Escucho: “Know your enemy” de Rage Against The Machine.

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