Canciones para recordar ese dolor. Consumir con moderación
Sr. Tomate representa un enigma en varios aspectos. Uno de los secretos mejor guardados de La Plata, se han presentado en otras ciudades con muy buena repercusión, con el boca a boca a su favor y un público propio. Vienen y van: no tocan seguido y graban por fuera de los tiempos establecidos por el marketing.
Se los ha categorizado dentro del “indie platense” aunque en realidad eso no significa un sonido en particular sino que confluyen varios estilos y justamente el de Sr. Tomate es difícil de clasificar. Una orquesta que conjuga folk, rock, pop, psicodelia y más, enmarcado en líricas cautivantes. La constante mutación les permite jugar con diferentes estilos y presentar producciones disímiles pero que guardan una armonía en sí mismas y que, además, en vivo amplían la potencia.
Poli (Natalia Napolitano, cantautora y guitarrista) es una especie de Alejandra Pizarnik del rock. Letras crudas, con una carga de emotividad difícil de encontrar, Poli canta historias de amor desencantadas, imágenes con mucha sensorialidad o situaciones que llevan a la reflexión introspectiva sobre estructuras pop dinámicas y cambiantes: Shaman Herrera (guitarra y coros), Edu Morote (batería y percusión), Piter Milenaar (armónica y coros), Ale Bértora (trompeta, teclados y coros) y Hernán Montaño (bajo), todos aportan su particularidad.
En 2012 lanzan el extraordinario Allá en la Tierra que se distingue por el uso de melodías profundas y un alejamiento en cierto sentido de la época más visceral. Sin embargo, las letras están ahí, clavando cuchillos como siempre.

“Cuando las cosas suceden hay que transitarlas, ahí empieza el presente”, sentenció Poli en una entrevista. Y podemos entender de lo que habla.
La canción que abre Allá en la Tierra comienza con una trompeta y toda la épica de la orquesta que conforman. “Después de la muerte voy a nacer de nuevo/ después de la muerte voy a buscarte/ y llevarte hacia donde no fuimos”. No son necesarias muchas palabras cuando la idea es certera como “tantas balas en el corazón”. Y cuando entran las balas, podemos sentir como esa epopeya orquestal se transforma en otra, más rockera y minimalista, y que no hay necesidad de más -¿cuánto más podríamos soportar después de semejante confesión musical?- para considerar a esta canción como una de las mejores sobre el amor roto.
La proximidad inevitable nos envuelve en un acto de condescendiente piedad. Una intimidad que sentimos como propia y que sin embargo queremos cantar a los gritos, exorcizar. Porque en definitiva es una canción de redención y cura, de liberación, de épica amorosa que se viene a pique, como un juego de palabras crueles, tan cruel como el desamor.