Subculturas juveniles y sistemas educativos
¿Por qué los punks ingleses no iban a la universidad?
La situación del sistema educativo no es un elemento menor a la hora de analizar una subcultura juvenil. Su crisis implica la del conjunto de un régimen lo mismo que la ausencia total de una herramienta de contención y formación para los adolescentes. En Gran Bretañan, el ‘no future’ le debe bastante a ese resquebrajamiento del sistema
Por Javier Becerra
Cuando el legendario Tony Iomi, guitarrista de Black Sabbath y uno de los “padres fundadores” del Heavy Metal, sufrió el terrible accidente que le hiciera perder dos falanges trabajando en una fábrica, tenía tan sólo 17 años. Ya hacía bastante tiempo que trabajaba allí y no era su primer empleo en un centro fabril. ¿Qué llevaba a un adolescente tan joven a tener que desempeñarse tan tempranamente en un oficio formal?
En principio hay una respuesta obvia, la necesidad del joven y de su familia de obtener mayores ingresos. La segunda respuesta, no tan obvia, está relacionada al carácter expulsivo del sistema educativo para los jóvenes de clase obrera y las condiciones impuestas por el sistema laboral británico. En Gran Bretaña, hasta casi culminado el Siglo XX, todas las personas desde los 16 años estaban enroladas legalmente para competir por el empleo: el sistema educativo solo era obligatorio hasta tan solo los 15 años.
Las características del sistema educativo británico serán importantes en la conformación de subculturas juveniles como el punk. Las escuelas secundarias, lejos de ser centros de formación y contención para los jóvenes de extracción obrera, serán expulsivas, y en un cuadro de crisis económica general como lo fue la de la década de 1970, reforzarán las tendencias a reagrupamientos juveniles en los barrios como centros de sociabilización e intercambio cultural.
A diferencia de lo sucedido con los jóvenes punk de los Estados Unidos, principalmente los de la segunda generación, donde varios de sus principales referentes han circulado por la educación superior (Jello Biafra, Henry Rollins, Ian Mackaye, Gregg Graffin), los jóvenes punk británicos tendrán un ciclo de formación educativa mucho más corto y limitado. Claramente pesaba sobre esta suerte las determinaciones de su clase de origen. Nuevamente la clase social aparece como eje central de definiciones en una subcultura como el Punk.
Durante la década de 1940 el gobierno británico ya venia pensando la posibilidad de modificar su sistema educativo. Esta necesidad surgía de las presiones que desde abajo proponían un mínimo de reformas. La tarea quedo suspendida por la Segunda Guerra Mundial, pero al ir culminando ésta, se retomó el plan. La Ley Butler -nombre con el que popularmente se la conoce- de 1944 fue exageradamente presentada como “un triunfo de la reforma progresista” y un elemento central en “el consenso social de posguerra”.
A partir de un documento llamado Educación para después de la Guerra, y conocido como “El Libro Verde”, se presentaba el propósito de “atender las necesidades educativas del país en medio de las demandas de reforma social”. La Ley Butler reorganizó el sistema con una escuela primaria desde los 5 a los 11 años y la secundaria de 11 a 15 habilitando a que ésta fuera extendida a los 16 “cuando los Estados locales lo considerasen conveniente”, algo que recién sucedió en 1973. Eliminó también los aranceles a la matriculación de la educación secundaria.
El “espíritu” de la ley se basaba en ampliar la matricula sobre los niños y adolescentes de origen obrero de quienes solo el 1% llegaba a la educación superior. Para esto, se implementó en la escuela secundaria un sistema tripartito de educación académica, educación tecnológica y educación especializada. Los niños al finalizar la primaria podrían elegir a que escuela inscribirse luego de realizar un examen conocido como el 11+ y demostrar los conocimientos alcanzados. Implementó también, en forma experimental, un nuevo tipo de escuela llamada comprensiva o integral para la cual no había que rendir exámenes y que estaba basada en saberes “prácticos” y elementales. La escuela comprensiva era en realidad que los reformistas pretendían para los jóvenes de clase obrera. Sin embargo, la experiencia experimental solo contaba con 5 escuelas de ese tipo en todo Londres. Sólo en 1965 se estableció la generalización del sistema.
La Ley Butler finalmente dio origen a un engendro que culminó con una mayor fragmentación del sistema. Los adolescentes de clase obrera seguían excluidos debido a la poca cantidad de secundarias para albergarlos y quienes terminaban sus estudios a los 15 años debían rendir luego rigurosos exámenes para ingresar al nivel superior, ya que las universidades seguían siendo sumamente elitistas y obstaculizaban el ingreso de los egresados de la comprensiva. Finalizada la experiencia hacia fines de la década de 1980, solo el 3% de los jóvenes de familias obreras accedían a la formación superior. Por otra parte, la reforma no le toco un pelo a las escuelas de la elite y sostuvo a rajatablas la formación religiosa. La Ley establecía que la jornada educativa debía comenzar con una oración devota. Los conservadores siempre reivindicaron la Ley del mismo modo que los laboristas.
Hasta mediados de la década del 60 esta situación queda disimulada. En 1955 la tasa de desocupación era tan solo del 1% permitiendo que la actividad laboral reabsorbiera rápidamente a los adolescentes excluidos del sistema educativo. Esta era la época en que los mods expresaban la subcultura juvenil de la “movilidad social ascendente”. El mod iba a la escuela o se encontraba tempranamente empleado. Esta subcultura expresaba estéticamente en sus adeptos su situación en el mercado laboral o en el sistema educativo con un estilo que le permitía deambular disimuladamente de un lugar a otro, e incluso recorrer barrios céntricos sin llamar la atención. La existencia mod solo se hizo visible con la famosa pelea con los rockers en Brighton Beach en mayo de 1964.
Las cosas cambiarían drásticamente en la segunda parte de los ‘60 y más particularmente en los ‘70, cuando la crisis económica se profundizó poniendo en evidencia todas las debilidades del sistema educativo. Para 1970 la desocupación alcanzará el 4%, el 1978 el 8% y en 1982 el 14%. Este será el escenario sobre el que nacerá y se desarrollará el punk.
En 1970 asumió como ministra de educación Margaret Thatcher, quien antes de ser conocida como la “Dama de hierro” fue bautizada como “la ladrona de leche” por haber eliminado desde su gestión nada más ni nada menos que el suministro de leche a los niños mayores de 7 años. Claramente su gestión fue de recortes en el presupuesto. Suspendió además la ya lentísima adecuación del sistema educativo a escuelas comprensivas y estableció un sistema de calificación de escuelas sobre el cual se repartiría el presupuesto y los suministros. Nuevamente las escuelas de los barrios obreros quedaban en la peor situación y no contemplaba tampoco el ingreso de los niños y adolescentes inmigrantes.
La extensión de la obligatoriedad a los 16 años también puede ser leída como un método de disminuir la masa de personas compitiendo por los escasos puestos de trabajo. Esta sospecha se alimenta en que el cálculo de la tasa de desocupación era modificado en forma permanente por los distintos gobiernos, llegando incluso solo a contabilizar a aquellos desocupados que pedían asistencia social del Estado y eliminando a los mayores de 60 (se calcula que el método cambió 29 veces desde 1970 a 1988).
La fantasía de los “30 gloriosos años” del capital había llegado a su fin y todo el sistema parecía dislocarse. El no future tenía bases materiales concretas. Los jóvenes de origen obrero circulaban como fantasmas legales, no tenían nada, pero lo querían todo. Lejos de las viejas tradiciones sindicales, y de alguna orientación política que les ofreciera algo superador (y esperanzador) no contaron ni siquiera con el ámbito más elemental de contención: la escuela. ¿Qué les quedaba?
Quedaba el rock, pero este se había transformado en una institución más del régimen integrado como parte de una vida social ordenada y predecible. Desmitificar el rock significaba entonces desmitificar la vida social misma. Era el barrio, el territorio, donde se tejían las formas de una nueva subcultura que leída en clave de revuelta juvenil podía ser clave, también, de la revuelta social. Tan solo las escuelas de arte funcionaron como punto de apoyo del movimiento punk originario. De allí fueron reclutados muchos miembros del movimiento y por allí llegaron a pasar varios reconocidos punks como Mike Jones, Paul Simonon o Gaye Advert. Sin embargo, las escuelas de arte tampoco eran consideradas oficialmente por el Estado y sus títulos valían casi nada. Su sostenimiento material era prácticamente inviable, lo mismo que la posibilidad de que estudiantes sin empleo pudieran costear los gastos de la carrera.
La inspiración del punk fue inmediata y efectiva. “Hazlo tu mismo”. No había tiempo para estudiar como tampoco lugares para hacerlo y dinero para pagarlo. Sin un ámbito de formación técnica para la interpretación y ejecución del arte había que crear esos ámbitos y esa técnica. El Punk las creo y las puso al alcance de todo aquel que quisiera usarlas.