Punk y Mujeres (Parte II)
“Identidad… Es la crisis ¿No lo ves?”
Desocupación, bajos salarios, inflación, precariedad laboral, asesinatos y la falta total de oportunidades serán el escenario de la irrupción masiva de mujeres en el escenario social. El Punk ofrecerá un lugar para que de igual a igual las mujeres se expresen
Por Javier Becerra
Como explicábamos en la primera entrega, existió en Inglaterra de mediados de los años ‘70 un contexto muy particular para el surgimiento en la escena del Punk de innumerable cantidad de mujeres. Muchas de ellas eran jovencitas que recién terminaban los estudios secundarios, otras ni siquiera lo habían finalizado, y otras tantas eran mujeres un poco mayores pero que ahora sí encontraban un espacio de desarrollo en el plano artístico y cultural. A diferencia de los varones del movimiento punk que eran en su mayoría de extracción obrera, las primeras mujeres punks inglesas tenían orígenes mucho más diversos. Existían las provenientes de familias de clase trabajadora pero también había muchas de otras procedencias que, por ejemplo, habían tenido un recorrido en la educación universitaria (principalmente en arte) o que ya tenían un desempeño profesional, algo que expresaba la existencia de un bloqueo social sobre las mujeres que iba más allá de la clase.
Para los mediados de los ‘70 se conjugaban dos elementos que daban posibilidad por su impacto social a la irrupción masiva de mujeres en el rock: por un lado, las importantes luchas obreras que incorporaban a mujeres en la primera línea y por otro, el surgimiento del movimiento punk como instrumento de intervención político-cultural.La convulsionada Inglaterra de aquellos años era el ámbito de luchas por reivindicaciones materiales de las mujeres trabajadoras, pero también de crítica y confrontación con el lugar a que habían sido confinadas en el plano social más general, incluyendo en esta disputa a un abanico más amplio de jóvenes mujeres. El punk, por aquellos años, era un buen espacio para sintetizar ambos aspectos y cobijar de manera bastante más igualitaria a una nueva generación.
Promediando la década del ‘60 comenzaban a mostrarse los primeros síntomas del agotamiento prematuro de lo que muchos denominaron “los 30 gloriosos años del capital”. Las crisis económicas, la recesión, la inflación y la desocupación comenzaron a ser moneda corriente para los ingleses hasta alcanzar sus niveles más altos en coincidencia con el advenimiento del Punk a mediados de los ‘70. Para 1968 ya se hacía evidente la falta de respuesta para salir de la crisis y la conflictividad social que acarrearía la misma.
Un primer ensayo en la lucha de las mujeres obreras lo constituirá en aquel año la huelga del área de costura de la Ford de la planta de Dagenham en Essex, por salario y calificaciones. Este conflicto le dio notoriedad pública a una realidad que ni en sus mejores años el capitalismo inglés intento resolver: la desigualdad de salarios entre por igual trabajo. En 1952 se había establecido una ley por la igualdad salarial en el empleo público, pero nunca fue puesta en vigencia al punto que importantes funcionarias del Estado cobraban hasta la mitad de lo que cobraba un varón por la misma actividad. En el sector privado, por supuesto, no existía ninguna discusión al respecto.
La huelga de las costureras de Dagenham fue muy popular durante las tres semanas de su duración. Las obreras de ese sector cobraban el 85% de lo que cobraban los varones de la misma área. Finalmente, el reclamo fue reconocido llevando el salario al equivalente al 92% del salario de varones, pero un Tribunal intervino señalando que la reivindicación original era por calificaciones y no por salario, lo que le permitió a la patronal revisar caso por caso para solo dar el aumento a las obreras que habían alcanzado la re-calificación correspondiente.
La huelga, de todos modos, abrió el debate sobre la necesidad de una Ley de Igualdad salarial votada finalmente en 1970 pero para entrar en vigencia parcialmente recién cinco años después. El gobierno británico se había establecido como objetivo estratégico el ingreso a la Comunidad Europea y para ello no quería dejar ningún “cabo suelto” que implicara la perdida de competividad en relación a otras potencias. En ese sentido el control de salarios era fundamental desde el punto de vista del capital. Las obreras de la Ford no alcanzaron la igualdad salarial hasta 1984.
Años después comenzaría un conflicto caracterizado como “central” por la prensa especializada. La huelga de las obreras de Grunwick era vista como estratégica porque enfrentaba “a clases y partidos”. Huelgas similares en Leicester o Southwell habían pasado sin pena ni gloria siendo completamente aisladas por la prensa y por los propios sindicatos. Sin embargo, Grunwick fue un caso distinto. La planta de 500 obreros (el 80% de ellos inmigrantes asiáticos y un 10% antillanos) copó todas las noticias ganando una enorme popularidad. Grunwick era una planta dedicada al revelado de fotografías, industria que había crecido enormemente por aquellos años debido a la popularidad de las máquinas fotográficas que a esa altura estaban al alcance de cualquier familia, y contaba entre sus trabajadores a gran numero de mujeres provenientes de India y Pakistán con un elevado conocimiento técnico profesional pero completamente precarizadas por su condición de inmigrantes. Una obrera de Grunwick cobraba 28 libras por semana cuando lo legalmente establecido para las mujeres de esa industria era de 72 libras semanales (el salario promedio de cualquier mujer empleada en la industria era de 44 libras semanales), las horas extras se podían estirar hasta las 22 horas siendo obligatorias y sin aviso previo y no existían licencias medicas ni prenatales; tampoco había derecho a la sindicalización.
Jayaben Desai obrera de la planta, harta de la situación explotó frente al mal trato de un gerente sobre su hijo quien trabajaba junto a ella. Cuentan los diarios de la época que Jayaben se colocó su abrigo y antes de abandonar la fábrica espetó al directivo “lo que tenemos aquí no es una fábrica, es un zoológico. Aquí hay monos que bailan a su ritmo, pero también hay leones que pueden morderte la cabeza ¡y nosotros somos los leones Sr. Gerente!”
La huelga comenzó el 20 de agosto de 1976 y fue muy prolongada sabiendo ganarse el inédito apoyo de numerosos sindicatos y sectores populares. Era la primera vez en que la TUC (el confederal de sindicatos) se pronunciaba en apoyo de una huelga de inmigrantes y de mujeres. Grunwick tuvo su punto más alto en la lucha con movilizaciones que alcanzaban las 30 mil personas y con el boicot en apoyo a la huelga del envío por correspondencia de las fotos reveladas (algo central en la distribución de la producción de la planta) por parte del sindicato de correo. Hasta el célebre sindicato de estibadores que pocos años antes se había pronunciado por la expulsión de inmigrantes del país, se plegaba ahora en apoyo de las obreras. Había comenzado un verdadero giro político en el seno de la clase obrera inglesa.
Sin embargo, laboristas y conservadores fueron a fondo para derrotar la huelga. Altos funcionario del gobierno laborista consideraban que la estabilidad del gobierno estaba en peligro. Comenzaron así las denuncias penales sobre los trabajadores de la correspondencia y sobre las burocracias sindicales que finalmente retiraron el apoyo a las inmigrantes en nombre de que “la victoria era inviable”. La huelga duró dos años y contó con el registro más alto de detenidos desde la huelga general de 1926: más de 500 detenciones. Fue además el debut del Grupo de Patrulla Especial, fuerza de elite antidisturbios creada frente a la caliente situación social (el GPE se cargó 243 heridos; 12 de ellos de suma gravedad).
La última acción de las obreras fue el inicio de una huelga de hambre en las puertas de la TUC quienes nunca más volvieron a atender a las luchadoras. Jayaben Desai manifestó al respecto “el apoyo sindical es como tener miel en el codo; podes sentirlo y olerlo, pero no saborear”. Las obreras de Grunwick habían puesto de manifiesto todo el conservadurismo de las conducciones sindicales quienes estrangularían de ahí en más todas las luchas obreras.
Claramente había en Inglaterra un renacer de la intervención de las mujeres en distintos planos que obedecía más que nada a dar respuesta a desigualdades sociales. Otras acciones emblemáticas la constituyeron también las movilizaciones nocturnas contra el Estado de Sitio “en protección a las mujeres”. Una serie de asesinatos llevados adelante por el luego conocido “destripador de Yorkshire” había promovido toda una política de control social sobre las mujeres con el perverso argumento de protegerlas. Las mujeres, por decisión de las autoridades estatales no podían circular por la vía pública en horas de la noche. La ola de asesinatos había sido en principio caracterizada por la policía como “crímenes contra prostitutas” como parte de una campaña por descalificar a las víctimas y minimizar la situación. Sin embargo, con el correr de las semanas se puso en evidencia que la mayoría de las víctimas eran mujeres trabajadoras o estudiantes. Una serie de movilizaciones nocturnas impulsadas por mujeres en Londres, Yorkshire, Bristol, York, Brighton, New Castle, Manchester y Bradford puso entonces en pie al movimiento conocido como Reclaim The Night desafiando la falsa protección del Estado y dejando en evidencia la incompetencia y los argumentos misóginos de los investigadores.
Aquella sociedad de posguerra que prometía un progreso ilimitado crujía por todas partes. Ese lugar de retaguardia al que las mujeres habían sido empujadas ya no las ponía contener. Por necesidad o simplemente por gusto se había puesto en pie una nueva generación de mujeres con una nueva forma de ver las cosas. El “viejo rock” como expresión de la vida social había quedado sujeto a la sociedad de los primeros años de posguerra que ahora estaba fuertemente cuestionada en lo material y en lo cultural. El Punk expresaba las nuevas condiciones sociales nutriéndose de una nueva generación de jóvenes de extracción obrera sin empleo o precarizados, de las nuevas oleadas de inmigrantes, pero también de una nueva generación de mujeres que aun teniendo un titulo universitario eran relegadas al silencio de la vida privada. Van a proliferar mujeres en la subcultura punk con sus propias bandas -o mejor aún, en bandas mixtas, algo completamente innovador- como fotógrafas, diseñadoras, editoras de fanzines, periodistas, artistas plásticas o simplemente como fans.
Esta serie de dos artículos sólo ha buscado mostrar el escenario social que permitió en buena medida la irrupción de las mujeres en el movimiento punk tratando de demostrar con ello, una vez más, el origen social de las subculturas juveniles que luego pueden tener o no expresión artística. La evolución de estas mujeres será diversa. Algunas llevarán al máximo el profesionalismo, otras se transformarán en consumadas feministas, y otras tantas quedaron en el olvido, pero como ya hemos señalado en otros artículos sobre el Punk, ninguna subcultura juvenil encuentra un desarrollo ideológico completo cerrada sobre sí misma. Los años inmediatamente posteriores a 1977 serán decisivos para poder esbozar una explicación del inicio de la etapa de retroceso del movimiento Punk. Será casualmente una mujer –Margaret Thatcher– la principal responsable de poner en retirada a los sectores obreros sobre los que germinó el movimiento.
Anexo: Ellas
Corresponde ejemplificar la afirmación sobre “el ingreso masivo de mujeres” al movimiento Punk. Más allá del salto cuantitativo en tan solo algo más de dos años, muchas destacadas participantes trascendieron barreras y tiempos y fueron reconocidas por su actividad, lo que comprueba la magnitud y el alcance de sus expresiones y luchas.
Caroline Coon (diseñadora, productora, investigadora), Vivien Goldman (periodista y productora), Vivianne Westwood (diseñadora), Gee Vaucher (Fotografa, artista plástica, Crass), Janette Beckman (fotografa), Helen Reddington (Investigadora, The Chef) Crissie Hynde (Pretenders), Poly Styrine, Lora Logic (X Ray Spex), Gaye Advert (The Adverts), Teresa Pollit, Kate Korus, Vive Albertine, Susy Gutsy, Ari Up, Pallmolive (The Slits), Siouxsie Sioux, Eve Libertine, Joy De Vivre (Crass), Soo Catwoman (modelo) Vi Subversa (Fatal Microbes), Sally Oj, Miranda, Jo Spence, Lisa Bahire, Louise Caroline, Jo Brew, Angie Brew, Rebeca Oliver, Katy Watson (Shocking Pink Fanzine), Lucy Tootlipaste (JoltFanzine), Vinyl Virgin, Cristal Clear (More On Fanzine), Sharon Spike (Apathy in Ilford Fanzine), Liz Naylor, Cath Carrol (Catcall Record), Pamela Rook (artista plástica, actriz) Donna Boylan (actriz, Crass, Fatal Microbes), Ana Da Silva, Gina Birch, Shirley O’loughlin, Vicky Aspinall, Anee Wood (The Raincoats), Toya Willcox (actriz), Shane Bradley (The Nipps), Lane Lovich (Stiff), Julz Sale (Delta 5), Loosley Woods, Cara Tivey (Au Paris), Beki Bondage (Vice Squad), Rachel Bor, Debsey Wykes (Dolly Mixture), June Mileskineston, Jane Crockford, Ramona Carliere, Melissa Ritter (Mo-Dettes), Annie Anxiety (Fatal Microbes, Rubella Ballet), Paula Richard, Suzanne Scott, Karen Yornell, Kathey Barnes, Karen Kay, Sue Vichn (The Gyalips), Little Annie, Zillah Minx, Gemma Samsom, Aegene Crowley (Rubbella Ballet).
Portada: Chicas punk, Hyde Park, Londres 1979 ©Janette Beckman