Una efeméride con anécdotas Jello Biafra y una introducción rápida a Ramones

A 46 años del lanzamiento del Álbum Ramones, rescatamos la anécdota de Jello Biafra y su acercamiento a la banda de Queens, pionera del punk estadounidense

Por Javier Becerra

No existen registros del intercambio epistolar entre Johnny Ramone y Jello Biafra, lamentablemente. Johnny nunca hizo mención sobre ello, pero Jello en varias ocasiones ha recordado que durante los años ’80 solían escribirse debatiendo sus puntos de vista acerca de la política. Johnny defendía el planteo de que el Punk debía mantenerse lo más lejos de la política posible, Jello planteaba lo contrario, pero además redoblaba la apuesta. Le explicaba a Johnny que aunque no quisiera verlo o aceptarlo, Ramones había tenido un impacto innegable en lo político y lo social para una generación. El planteo de Jello puede apoyarse en lo que fue su propia experiencia relatada por él mismo durante una exposición realizada con motivo de la muerte de Joey Ramone.

Cuando el 23 de abril de 1976 fue lanzado el primer álbum de los Ramones, Jello Biafra tenía 17 años. Era un adolecente de Colorado hijo de una bibliotecaria y de un asistente social simpatizante del keynesianismo y nostálgico del New Deal. Interesado en la música psicodélica remanente de los ’60, Jello se preparaba para ingresar a la universidad en la que finalmente se especializaría en Historia del Paraguay (algo que analizando el sistema académico norteamericano, no se termina de comprender si era un objetivo en sí mismo o un premio consuelo por bajos rendimientos). Jello describe a su lugar de origen como un ámbito sin espacio propio de sociabilización juvenil. Ir a al bowling, a un billar o a un bar implicaba siempre mezclarse con los adultos, incluidos los propios padres o tíos. Las tradiciones eran sumamente conservadoras. Ropa ranchera para todos y nada de rock. Los festivales populares en el lugar, se seguían pareciendo mucho a las antiguas “fiestas de granero” en las que concurrían las familias a pleno. Estos eran los únicos espacios de esparcimiento existentes.

En el año ’77 Jello leyó el listado de grupos y orquestas que tocarían ese año en el rutinario festival de tíos y familiares. Entre todos ellos descubrió que había uno que nunca había escuchado nombrar: Ramones. Rápidamente se dio cuenta que ese grupo no era de Colorado, pero el asunto quedó allí hasta que pocos días después revolviendo las bateas de la disquería de su pueblo encontró la novedad. Era el primer disco de Ramones. Jello quedó muy atraído por el arte de tapa. Tipos en jean y camperas de cuero, todo en blanco y negro. La contratapa le resultó aún más atractiva. No podía creer el nombre de las canciones. Era una excentricidad absoluta para el momento. Jello lo compró suponiendo que podría ser algo parecido a los MC5. Esa misma noche lo llevo a la casa de un amigo donde los “raros” del pueblo se reunirían a escuchar música y tomar unos tragos.



En su pintoresco relato, Jello Biafra recuerda que pusieron el disco y no pararon de reírse. No podían creer que se pudieran grabar canciones tan absurdamente cortas, minimalistas y sin solos de guitarra. Las canciones se reducían a una lógica tan simple como contundente: I wanna/ I don’t wanna. Pero lo sorprendente fue lo que sucedió cuando pusieron de inmediato y por segunda vez al álbum. En esa ocasión se generó un silencio absoluto. Todos quedaron en silencio escuchando las canciones hasta que uno de los amigos de Jello rompió el silencio para decir “se están tomando a los Ramones en serio, ¿verdad?”. Fue ahí cuando Jello recordó que tocarían en Denver. Todos decidieron ir a verlos.

La descripción de los concurrentes al show que realiza Jello es fantástica. Gente con sombreros vaqueros y esas camisas que combinan estampados a cuadro y hombreras de cuero con una tirita colgando del cuello. Algunas chaquetas con flecos en la espalda y bailes ñoñísimos. Cuando llegó el momento de Ramones, Jello y sus amigos se acercaron lo máximo posible al escenario. Jello estaba extasiado. No sabía si mirar a esos cuatro tipos que habían subido en jean rotos, remeras y zapatillas de pintor, o darse vuelta para disfrutar de la cara de asco del resto del público. Sonó el primer acordé de Johnny Ramone y Jello giró para ver los gestos inmediatos de desaprobación de la gente que rápidamente se hacía para atrás. Tocaron Los Ramones y para el pequeño Jello aquello era como la escena de la película Cuenta Conmigo cuando el niño gordo vomita a la runfla de personajes desagradables que lo incitan a comer y comer.

Mientras el show se desarrollaba Jello pensaba “¡Que sencillo parece esto! ¿Podría hacerlo yo? ¡Voy a hacerlo yo!”

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