Don Cornelio y la Zona – Había una vez una canción
Por Efraín Bucler
Diario…cuántas veces te avisé. Cuántas advertencias. A vos y a los míos, Diario.
Aunque vos no sos igual, Diario. Nadie más que vos sabe que éste viernes no es un viernes más. Va a estar conmigo. No, diario, cuando digo “estar” no quiero decir que vamos a hacer el amor. Vamos a estar juntos, quien sabe hasta cuándo.
El psiquiatra es un tonto. Se cree todas y cada una de las mentiras. O el mentiroso es él, Diario. A veces veo que lee una revista apoyada en la bandeja del teclado. Para mí que es una Paparazzi o la Gente. No lo veo interesado por la música como Viamonte.
Que este doctor no esté loco como el bigotón de Viamonte, no es algo que me tranquilice, Diario. Me altera más aún. Ese tono paternalista, sabelotodo, cancherito. Igual que la almacenera esa de mierda que me trata como una criatura. Ni se merecen tener unos renglones acá. Que para cuando una novia, que ya estoy en edad de trabajar, que pobre mi mamá que tiene que cargar con esto, o sea conmigo, Diario.
Qué sabe Diario, está tipa insulsa e inculta de lo que es vivir en familia. Si está todo el día en ese cuartucho, que era de su único hijo que se fue y lo hizo almacén.
Pero quédate tranquilo, diario. Se comunicó hace unos días y me alertó sobre la proximidad. Me dijo que esté atento…stay tuned, me dijo. Como en las transmisiones de los recitales a los que nunca puedo ir, no por loco, sino por pobre.
Lunes
Ya es lunes, Diario. Estoy asustado y entusiasmado a la vez. Ella tiene una voz suave y cálida. Me habla como una cantante de dream pop, Diario. Ella es tan dulce que le alcanzó con rozar mi mejilla para quitarme la cicatriz de la bicicleta, Diario. ¡Mirá si no! …Bueno, sé que no podés mirar… pero estaría bueno que pongas algo de vos también, Diario.
Me tocó y también acarició todo mi ser. Una paz como briza del mar en las tardes que pasamos entre los médanos de Mar Azul. Así de linda y buena y dulce es. Para enamorarse, Diario.
No, no es apología, Diario. Es tan sencilla que no pide nada. Todo lo contrario del trabajo ese que me buscaron y del que renuncié… forros que se reían atrás mío y que me provocaban. Ya sabes bien, Diario, la opresión que tenía acá en el pecho cada vez que entraba a ese departamento convertido ilegalmente en oficina.
Martes
Diario, quién sabe nada. De las veces que arranqué un día sabiendo que todo iba a ser peor. Con una palmada en la espalda como todo impulso. Con las miradas de reojo de aquellos que simplemente pensaban que no estaba apto para hacer nada. Que la inutilidad mía era total. Que no podría hacer ninguna tarea bien.
Pero eso fue hasta el sueño, Diario. Hasta que ese sueño del 12 de julio me reveló esperanza. Diario, quiero contar a todos esos sinvergüenzas que ya no los necesito. Que está aquí. O estará pronto y que todo va a cambiar. Porque yo voy a cambiar, Diario.
Parezco drogado, ya sé Diario. Pero el entusiasmo no es producto de sustancias. Mi excitación psicomotriz, Diario, está provocada por lo que voy a hacer y no por lo que hice. Quiero correr, Diario, ya es martes y necesito sacarme está manija. Faltan tres días y no quiero arruinarlo otra vez.
Segundas oportunidades a un loco de mierda no las da nadie.
Miércoles
No quiero que se vaya espantada, Diario. Quiero hacer las cosas bien. Quiero ser un buen chico. Con un trabajo. Con estudios. Con proyectos y capaz de proteger. No es mucho lo que necesito, Diario. Ser un poco normal… y saber fingir, como todos, Diario.
Tenemos solo dos días para practicar, Diario. Dos días y ella va a estar. Parezco cada vez más boludo. Por eso dicen que el hombre enamorado es lo más tonto del mundo. Bueno, un poco tonto ya era de antes de conocerla. Al menos para mi mamá y mi tía. Que siempre están cuidando que no me queme con la pava, que el helado no se caiga del cucurucho y que la bolsa pesada no se me rompa.
Dos días, Diario. Y nunca más voy a estar solo, Diario. Te voy a extrañar. Pero va a ser… va a ser mejor para todos, Diario. Vas a ver.
Jueves
Mañana, Diario. Mañana es el día. El encuentro que los dos esperamos. Porque sé que vos también lo esperas. Soy muy consciente que te cansa que te esté cargando de tinta y tinta con mis miedos, recelos, decepciones y tristezas.
Pero ya va a cambiar, Diario. Sé que soy un poco injusto con vos, que me bancaste y a tu modo me escuchaste y cuidaste. Las buenas son para ella, pensarás, Diario. Y de las malas te encargas vos.
Pero bueno. Ya te dije que sé que soy injusto, Diario, que te debo mil disculpas. Tal vez un buen cobertor. De esos de cuerina que venden en las librerías caras. Y dejarte descansar en un cofre con llaves. Esos que dan importancia a las cosas, que generan intriga en los chusmas que se meten en la pieza de los demás.
No sé, Diario. Pensé en una cinta de bebé negra. Que te envuelva y cerrar esta etapa con un hermosos moño negro. Pero en la mercería me miraron mal cuando pedí un metro de cinta de bebé negra.
Al doctor no, Diario. A ese idiota no lo voy a extrañar. Ese se merece cada cosa mala que le pase. Ese y mis padres me tuvieron 23 años encerrados acá, en esta pieza llena de cuadros, posters y frases que colocaron para disimular su culpa.
El Doctor Thomas. Cómo voy a disfrutar, Diario, cuando le diga que ya no voy a ir más. Que ya no lo voy a necesitar. Que la haga corta porque mañana tengo una cita y necesito acomodar la ropa, bañarme, elegir la zapatilla y el cinto. Que se quede nomás con esa libreta donde hace que escribe cosas importantes de mí. Pero que vi unas cuantas veces que hacía corazones con el nombre de su hija. Y el escudo de Racing Club. A la mierda con él, Diario.
Viernes
Ay, Diario. No aguanto más. Que ansiedad que tengo, Diario. Recién cuando volvimos del médico mi vieja preparó ese té asqueroso que compró en esos lugares hippies que merodea. Nos peleamos, Diario. Mi mamá quería hablar y yo solo quiero que llegue la noche. Necesito dormir, Diario. Pero también quiero estar atento a las señales. A la puerta, a las sombras en la ventana. A las figuras que se reflejan en la pared y que ya dejaron de confundirme.
Quiero, Diario, pedirte disculpas. Porque te guardo y te encierro. Tanto quejarme de años y años de encierro, Diario, y hago lo mismo con vos. Perdonádme, Diario. Ya cuando me levante de la siesta vamos a preparar todo juntos, pero vos no vas a poder estar. Diario, sé que soy una mierda por dejarte justo ahora. Por cerrarte y guardarte debajo de la ropa de salir. Pero no me queda otra, Diario. Perdonáme, pero no le dije nada de vos. No puede, no me animé y cuando iba a decirle ya era tarde, Diario.
Es insostenible una relación como la nuestra, Diario. Cuando te piden una entrega absoluta, no hay tiempo ni lugar para un diario, Diario.
(Trasnoche de Viernes – Madrugada de Sábado)
Creo que ya está, Diario. ¡Mirá que pintusa! El mejor jean, camisa nueva, zapatillas negras. El buzo se queda en el placard, Diario. Tampoco voy a necesitar los lentes.
No te pongas mal, Diario. Decile cuando puedas a mis viejos que no se hagan problema. Que mi pecho va a respirar profundo, que los pulmones se van a liberar y que el aire va a fluir de a montones.
Decile al doctor, Diario, que siempre estuvo equivocado. Que ser distinto no es ser original, que no está bien cuando se ríen de mis dudas y tampoco es bueno tener que ocultar los temblores.
A los que pregunten, Diario, deciles que un solo roce de sus manos me curaron los granos de la cara. Deciles que cuando me besó, todos mis músculos se relajaron. Que la primera vez que sus labios recorrieron los míos, la cicatriz del mentón desapareció, y también se me arreglaron los labios, que a partir de ese beso ya no son leporinos. Que el cielorraso queda más alto, y que ya no lo puedo tocar cunado salto.
Deciles, Diario, que ya está.
Diario te dejo porque cumplió su promesa y siento su presencia. Las sombras que se acercan por la vereda son de ella, Diario. Te dejo porque ya va entrar por la ventana que dejé abierta a propósito. Y porque en dos pisos abajo, al fin nos espera la calma eterna.
Te dejo, Diario, porque tal y como me prometió, de un instante a otro, ella vendrá.