Crónica: la estúpida rosa o cómo dejar el amor en paz

Crónica: la estúpida rosa o cómo dejar el amor en paz

Nuestra cronista se siente atrapada: no sabe que es peor, si estar presa o no entender en el amor. Y habla del conocimiento, del descubrimiento de sabiduría, así como también del de unx mismx. Habla mucho, piensa mucho; y se desacelera pensando en el amor.

Por Rita Crass


Hoy mí crónica es sobre el amor. Mi jefe sin talento ni visión me manda a Aeroparque a cubrir la nada misma. Aburrido, un embole. Pero viendo los aviones en el cielo sueño con dispararles a las palomas de la paz para que me den respuestas. Una vez en el suelo, revivirlas y que me aconsejen. 

Me veo presa del amor. No es que no lo quiera si no que es peor, no lo entiendo. Estar presa y no entender en el amor son las dos cosas más raras que pueden pasarle a una persona. Con respecto a lo primero, lo de estar presa, Bakunin -el anarquista ruso que parecía un oso- cuando estuvo preso en la fortaleza de Pedro y Pablo, en sus “confesiones” dirigidas a Nicolás I, sostuvo que el problema no era estar preso sino, que “nadie descubra los pecados de los demás si no los de uno mismo”. A su vez, sabemos de Bakunin que hablaba del apresador interno, que recae en la figura del carcelero que todxs tenemos adentro (el policía interno que nos apresa). Por fin alguien que no careteó, que sostuvo que hay que liberarse rompiendo las cadenas internas y externas, Y por lo segundo, el “no entender” en el amor, el no saber, Bakunin le decía a su papá “si no puedo saber es mejor para mí estar muerto”. Parece exagerado y, sí, era exagerado. El conocimiento también es amor. Aunque no parezca, mientras más conocemos más nos enamoramos, pero unx nunca puede llegar a conocer todo. Siempre tiene que haber misterio.

Mijael Bakunin sentía mucho, vivía mucho y era un romántico social y en eso me parezco a él. Quiero en el amor una libertad compartida y jamás individual. O al menos, en momentos. Es contradictorio.

Más allá, pienso que el amor es una libertad compartida elevada y nadie debe interferir en demasía. Pero también a su inversa vale. Que una tiene que intervenir, actuar, llamar. Pues, si muere una, si muero yo, como a veces pienso, si muero hoy sin decir lo que siento, es fruto podrido. Callar lo que dicta el corazón en temas del amor -aunque duela- es malsano.

Veo a lado mío una rosa, una rosa que es estúpida. Pero entiendo que está ahí recaída: si quiero a la rosa tengo que hacerla marchitar y no florecer. Es al revés que el Tao “si amas a alguien haz que florezca”, lo que hay que reivindicar sin necesidad de culpa es lo contrario, como en el amor:

¿Porque pensamos que el amor tan sólo tiene que florecer? También, acaso, ¿no tiene hermosura lo que se desvanece, lo que marchita? ¿Por qué vemos a la historia bien, de final feliz y a eso lo construimos como verdadero amor?

Me encanta el amor, me cuesta creer que lo merezca, pero puedo dibujarlo, puedo pensarlo, escribir sobre el amor. Marcar trazos de crayones mientras veo tocar a niñes la batería. Eso actualmente, para mí, es amor. 

El amor me apresa, me resguarda, me hace brillar y resplandecer, bailar, ser feliz y triste a la vez, pero aún no defino bien, si murmuro internamente demás, o si sobreanalizo, si tiene que ver con lo que siento verdaderamente, o si el amor me hace no entender, no comprender. No me exige, no me controla aunque crea que sí. Creo que es más mi “ego” o mi “pensamiento” de que todo puede fallar en mí que en realidad, en sí, cuando estoy a su lado, la existencia del amor en sí, cuando lo vivo y ya, y nada más existe y no hay rosca.

Me sucede eso en el amor. Hay que dejar a la pibita y al pibito tranqui, hay que dejar de sobreanalizar el asunto, hay que dejar el amor en paz. Dejar en paz y no llorar, no llorar nunca la carta. 

Me siento enamorada pero no sé qué hacer. Escribo garabatos en el cielo pensando, miro los cuadros que pinta, observo camuflada su alma. No miro su risa por temor a perderme, veo su brillo, delante de lo que hace, detrás de lo que me sacude, en medio de lo que acontece cómo un gran “amor fati”. Me toma de sus manos y no quiero que se aparte de mi corazón. Me esfuerzo por pensarme distinta a su lado, como ruda. A su vez, me parece que hace demasiado esfuerzo por agradarme y se vuelve un diletante, y eso es una porquería. No puedo ausentar mi trabajo por su perfume. Me encantan mis tres trabajos -aunque no me alcancen para llegar a fin de mes- y soy feliz, estando o no a su lado. En momentos también con el amor… quiero otra cosa. 

Me autoboicoteo y también el amor se autoboicotea en loop y constante. Es una mierda.

Soy caballa y me cuesta ponerme frenos. Es demasiado exceso en mis días. Sean de amor, de prisión o desconcierto. 

Todo se acelera y ahora, por un arrebato tanguero del destino, todo se ralentiza. 

Siento que me lee al revés

Y piensa todo de un modo contrario.

Y me hace feliz y triste a la vez. 

Estoy cansada, más por mis tres trabajos que por el amor.

Estoy cansada. 

¿Importan mis tres trabajos más que el amor?

Estoy cansada.

Por tres trabajos y ¡un amor más, dale que va!

¿Tengo que dejar al amor en paz?

¡Dale que va!


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