La musiquita y mi silla rosa
Nuestra cronista nos cuenta sobre su lunes y la importancia de la música en la vida. Y de cómo “cronisteando” encontró un tesoro en la calle.
Por Rita Crass
La nota de este lunes se parece a un sueño diurno fantasmal o de los cuentos que me contaba mi hermana para dormir. Ella me decía que el cuento no importaba, que importaba la musiquita: si la vida no tiene musiquita en lo que haces, no tiene sentido. Yo me dormía escuchando sus cuentos y ella en silencio sacaba cuentas de cómo al otro día iría a pagar la luz y el gas. Cuando me despertaba a las cinco de la madrugada por el despertador me decía: “te dormiste a mitad del cuento, hoy tengo que pagar las cuentas, esas boletas no tienen musiquita”.
Pensar a la vida como música me encanta. Por eso, hoy a la crónica vamos a ponerle “musiquita” de un sueño cumplido, recomiendo a Charles Bradley, un James Brown emo. El tema se llama “Strictly Reserved for you”. Si no lo tienen, recomiendo fervientemente. Empezó a cantar a los 70 años. Cumplió su sueño, le compró la casa a la vieja -si, cómo el Diego- y luego murió.
La crónica de hoy es de cirujas. Encontré una silla mágica de color rosa, en Caballito -y yo como siempre, siendo una caballa- luego de pasar por Corrientes. Todo lo bueno surge después de alejarse del centro. Pero hoy es raro, no me siento cansada como otros días, ni siento algún problema de salud. Estoy bien, entusiasmada porque sé que tengo la tarde libre para ver la caída del sol y dormir una siesta reparadora. Hoy, les cuento al señor que leerá la crónica, a la madre que le dice a su hija que estudie -pero que se va a chonguear con el pibe del barrio-, a la hermana de tu amante que siempre da lata, a profesionales de la botella que putean al sistema pero nunca van a ser nada: hoy mi crónica es para ustedes. A todes ellxs les hablo. También hoy es un día para rastrear objetos perdidos, me siento fantasma y en otra vida quisiera ser una caballa fantasma con fuerza de niñez.
Y a veces veo un pequeño, caminar por la calle, y pienso en voz alta: es aburrido ser adulto.
Listo, ya lo dije. Repito: es aburrido ser adulto. Me dicen en momentos, también, que parezco una nena o me tratan como niña muchas veces, pero pago mis cuentas –que no tienen musiquita.
Hoy estoy entusiasmada porque tengo dos misiones en el día. Una es ver donde coloco una silla hermosa de color rosada, la que me encontré. La segunda es ver como no muere la rosa “estúpida”, la que había apodado en las últimas crónicas. Loco, lean, me hacen escribir y cronistear al ped* a veces ustedes. Por lo primero, cambié de opinión: quiero hoy que florezca “la estúpida” rosa. Voy a ver que sucede, esperemos el milagro.
Y por lo segundo, agrego que cronistear es parecido a crotear. Los crotos eran increíbles. Bepo, una leyenda de principios del Siglo Veinte, cuando se vivía acechado por toda la urbe. Recomiendo el documental ¡Que vivan los crotos! de Ana Poliak (1990).
Volviendo a mi crónica, terminé cronisteando y cirujeando. También, en cierto punto, no quisiera perder el foco en la crónica. La supremacía de princesa urbana siempre reina en mí: tengo que tener un orden, una medida y alguna forma para pulir el contenido, la información, los datos que me pasan, las entrevistas que realizo. Quisiera hacerlo más rápido, más fuerte y más simple. Hoy tan sólo realicé preguntas a los transeúntes, a dueños de tiendas, a dueños de locales: ¿abren los fines de semana?, ¿antes abrían?, ¿qué piensan de la economía? Chachara y más chachara. Es aburrido ser adulto. ¿Cuánto cuesta un menú? ¿Precios? Todo en Avenida Corrientes, fue una porquería. Habría que olvidar éste día, salvo por el barrio Caballito. En el barrio de Caballito encontré la silla rosita, yo volví con mi silla rosa que se ve que tiraron por ahí pero estaba buenísima.