Monte herido
Han derribado el monte.
De luces y muros
está hecho el paisaje.
Vivimos a un metro del pasado
y a dos de lo que vendrá mañana:
siempre fuimos atemporales.
Muy cerca
el impacto del filo sobre el leño
resuena en la noche
entre ladridos
y el canto
de las últimas aves.
Mi padre carga
un puñado de leña
y se detiene por un instante;
los dos miramos lo mismo,
en un diálogo mudo
de esos que sostienen
los grandes amigos:
allá lejos
las luces seguirán estallando,
mientras acá
las luciérnagas
nos alumbran todavía.
Desde lejos
el asfalto
amenaza con cubrirnos:
que venga,
las raíces
pueden más que el cemento.
Casa abierta
No tengo rejas ni portales.
Soy una casa abierta
que recibe la inundación y el verano
como si fueran
un mismo rostro.
Yo me entrego
al porvenir de las horas,
aunque me asuste el invierno desalmado.
Yo soy un poco vida
porque he amado,
y también soy muerte
porque entiendo
de renuncias.
Familia
La diferencia
también puede
ser un privilegio:
antes de condenar
a las ovejas negras del mundo
debimos preguntarnos
cómo eran sus rebaños.
Guarida de luciérnagas
En el campo bastaba
con una garúa
para que las luces
se apagaran.
Las noches de lluvia
eran un baile de siluetas.
Madre renegaba
por las letanías
de lo incivilizado.
Padre miraba
primero a la siembra,
después al cielo
y en silencio agradecía
a un dios
que siempre supo escucharlo.
Yo era una guarida
donde todas las luciérnagas del mundo
querían posarse.
Hoy han pasado
tantos años;
mi hogar es un edificio
en medio del cemento.
La lluvia besa
las calles que camino:
pero en la ciudad
la lluvia y el cemento
no se funden,
nadie agradece,
todos se quejan
y yo soy ahora
una guarida
sin luciérnagas:
qué extraña fortuna
saberme lejos
de la noche inmensa.
Antes me entregaba al temblor:
hoy la sombra
es tan solo
la cara más joven
que tiene el miedo.
Úrsula Alonso nació en Gualeguay, Entre Ríos, en 1994. Es poeta, profesora en Lengua y Literatura, Licenciada en Letras y estudiante de Bibliotecología.
Publicó una plaquette de cuentos titulada Los que no ven (2014) y tres poemarios: El reino de las agujas (2019), Garúa (2021) y Desmonte (2022). Durante su infancia empezó a escribir, como si fuera un juego, relatos breves y canciones que luego entendería que eran poemas.
Llevó adelante proyectos de poesía audiovisual como Textos virales, y de poesía oral a través de los ciclos Mercurio (Buenos Aires) y Surco poético (Entre Ríos).
En 2022 realizó una residencia de escritura en la Asociación Traductores del viento, radicada en Bustarviejo-Madrid. Actualmente se encuentra trabajando en un poemario iniciado durante aquella residencia, titulado Los mapas del viento, y en una crónica de viajes, con título homónimo.