A partir del estreno del documental Cenizas y Diamantes, Don Cornelio y La Zona en la plataforma de Cine.ar, repasamos la película que debutó este 2024 en el Festival Bafici y que tiene una manera muy peculiar de narrar los recuerdos de la banda y la experimentación del under de la década del 80.
Por Caro Figueredo
Dentro del universo del under de los 80s, muchas bandas reciben el status de culto hasta nuestros días. El tridente Sumo-Redondos-Soda trascendió esa década, más allá de sus propuestas diversas en lo musical. Muchos otros grupos ensayaban y mostraban su mirada frente al mundo nuevo que se abría luego de los años de dictadura.
Don Cornelio y La Zona fue uno de esos grupos que mostraron poéticamente las tensiones y opresiones del contexto: una mixtura entre las influencias de sus integrantes, sumada a la resignificación de la oscuridad y la melancolía que se percibía en la época. Con Palo Pandolfo al frente en voz y guitarra (fallecido en 2021), Alejandro Varela en guitarras, Federico Ghazarossian en el bajo (con quien Pandolfo formaría Los Visitantes luego de la disolución de Don Cornelio), Fernando Colombo en saxo, y Sergio Iskowitz en trompeta, más Daniel Gorostegui Delhom en los teclados, empezaron a ensayar a fines de 1983. Pero fue recién en 1987 cuando grabaron su primer disco, y un año después Patria o Muerte; ambos llegan hasta el día de hoy con auras míticas y reivindicaciones que en su momento no obtuvieron.
“Hay que decir que muchas bandas no sacaban discos, pero tocaban un montón. Ese era el verdadero under en los 80s”, se escucha decir a uno de los integrantes en Cenizas y Diamantes, del cineasta Ricky Piterberg, que retrata esos años de frenesí creativa y de lazos comunitarios desde el recuerdo desprejuiciado de quienes estuvieron allí. Entre espacios de (re)construcción de la cultura ya entrada la democracia alfonsinista, el Parakultural y Prix D’Ami eran lugares clave donde se sembraba y cosechaba el under, en plena urbe porteña.
Un acierto del documental es salirse de los arquetipos de los rockumentales. Es así como el director no realiza las clásicas entrevistas por separado, sino que reúne a los integrantes de la banda y gente que los rodeaba (amigos, fans, artistas) en un galpón de La Boca muy parecido a los sótanos donde se transpiraba y se cocinaba la movida under. Entre material de archivo y bebidas espirituosas, la reunión, a su vez, viene a demostrar que los músicos siguen manteniendo un vínculo de amistad muy fuerte, a pesar de que la banda se separara en 1989. Resulta que este convite se convirtió en nuevo material a partir del cual, a través de una especie de ejercicio de memoria colectiva, se narra la historia de la banda y de esos años. Las evocaciones tienen mucho de emoción, pero también de recuerdo vivo y alegre.
Entonces, formalmente nos encontramos con una apuesta peculiar: no hay una linealidad, ni subtítulos, ni voz en off. Las conversaciones que tienen lugar en ese galpón -a veces difusas- se van mezclando con el material de archivo, también borroso, como de ensueño. Ambos cuentan mucho sobre el momento de existencia de la banda y sus huellas de pertenencia, el presente atravesado por la pérdida de Palo Pandolfo, y también el intermedio que acontece como una amistad inquebrantable. Se trata de una búsqueda de sentido y maneras de contar que da cuenta de los procesos creativos y de experimentación que sucedían en aquellos años.
El material de archivo en VHS, con las limitaciones visuales que caracterizan las tomas hechas con una cámara casera, es un diamante en bruto. Que bien supo manejar Piterberg para transformarlo en piedra preciosa. En esto mucho tuvo que ver Fernández, el baterista, quien se encargó con mucha dedicación de mantener grabaciones, recortes de diarios, entrevistas y afiches por amor al coleccionismo. Y que en un momento de la pandemia se transformó en el arma secreta que permitió dar inicio al sueño del film. Imágenes de recitales, de backstages, ensayos, momentos compartidos en la terraza de la casa donde tenían la sala y de tomas en la vereda compartiendo solamente el tiempo, conservan la potencia de una época y transmutan en efervescencia vistos en la pantalla hoy.
Como resultado, Cenizas y Diamantes nos habla de un espíritu de época, del desorden, el destape y el descubrimiento total. Pero, lejos de ser meramente un empleo de la nostalgia, mediante las imágenes (del pasado y de la actualidad) se consigue retratar una épica festiva, mediante una combinación de imágenes y sonidos, donde la premisa invita a recrear la energía singular de los conciertos, la conexión entre los músicos y el vínculo inigualable con su audiencia.
Ficha Técnica
Argentina, 2024
Dirección: Ricky Piterbarg
Idea original: Roly Rauwolf
Duración: 89 minutos