Crónica América Scarfó es mía

Rita Crass nos devela los devenires de cronistear, su admiración por Roberto Arlt y su necesidad de una morada con un amor enorme como el que despertaba América Scarfó. Entre boquetes a bancos, anarquistas del siglo pasado, creencias, índices de desocupación y escándalos políticos, nos adentra en su mente de trabajadora precarizada y -aún- asombrada

Por Rita Crass


Soy Rita Crass. Cronista, bah, cronisteo, así como vagabundeo. Se vagabundea (léase la crónica El placer de vagabundear de Roberto Arlt) y yo veo en él, en la figura de Arlt, que nos acompañó en casi todas las crónicas, un crass a la mandíbula. Creo que de todas las crónicas hay pocas que no se le menciona, ya sea para criticarlo, alabarlo y defenestrar: vemos en Arlt la figura del caballero, caballo y tarareo al mismo tiempo. Porque sí, tarareaba, hablaba en voz alta de lo que escribía y pensaba en voz baja con música de tara. La tara, con otro significado inventado. 

También en las crónicas se inventan muchas palabras. De las mejores crónicas, hay una que Arlt escribe por la muerte de Severino di Giovani un 1 de febrero de 1931. “Todos vamos en busca de Severino Di Giovanni para verlo morir”, dice. La semana pasada me mandaron a San Isidro, a cubrir la causa del túnel malogrado para robar un banco. Cuando estaba yendo para ahí, recordé al italiano y su novela de amor con la joven América Scarfó. Con respecto a los bancos, Severino di Giovani realizó varios atentados y también hurtos. Hoy su porte es extraño y alejado, poco reconocible. Cuando hacía atentados al banco era para que el dinero funcionara de otra manera: editar libros y ayudar a compañeros de causa en la lucha contra el antifascismo. Por otro lado, en medio de esa lucha, escribía cartas a su amor: América. Habría que proponer hacer tarareos acerca del amor. Cuando unx lee Un hombre peligroso de Osvaldo Bayer (recientemente con una adaptación teatral de la que dimos cuenta en esta nota), y lee las cartas y la pasión con que se escribían Severino y América no deja de pensar en lo fuerte y lo bello de América. Una piensa, América Scarfó debiera ser mía, es mía. Y aunque suene contradictorio y choca con el sentido de “propiedad” (ya que sabemos que América se vuelve de todxs por su compromiso) una puede querer a alguien, no como una casa, sino como una morada, un nido un albergue de pasión y correspondencias.


El túnel malogrado y el amor eterno de América Scarfó

Mis correspondencias haciendo cronisteo en esa misma semana no fueron muy sobresalientes. Cubrí la tara que importa en el país: 

➧ Alberto Fernández acusado de violencia de género (tuve que ir a la casa), 

➧ San Cayetano para nadie, 

➧ El índice de desempleo que sube,

➧ Las cuarenta estupideces de peleas con mi jefe mersa que no me aumenta el sueldo,

➧ La vuelta del muñeco Gallardo y los mil berretines 

¿Es hora de volver a escribir? ¿Para quién? Si tuviera esa fuerza de América, hoy le escribiría a alguna llanera solitaria. Y que en esa esfera, en donde nace el desierto de pasión, ardería una chispa de redención en el amor. 

Me asombra que aún siga con vida y ustedes lean.


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