Parte I Un Roberto Arlt polifacético y a contracorriente

La presencia polifacética de Roberto Arlt en este siglo ya no puede ser un mero análisis individual, se convierte en fuerza colectiva. La revelación social de las injusticias, miserias y su praxis política, lo convierten en una figura a contracorriente para una crítica desde abajo y a la izquierda.

Por Sanderico

I) Sin pedagogía. ¿Quién fue Roberto Arlt?

 “¿Me gustaría escribir como Arlt? Me gustaría tener su fuerza, su resentimiento, su capacidad dramática, su decisión de enfrentar a los personajes… pero no me gustaría escribir una sola de sus frases”.- Rodolfo R. Walsh.

Una “máquina polifacética”. En esos términos se autodefine Roberto Arlt (1900-1942) en su potencia sanguínea y fuerza inspirada: “¿No es un apellido digno de figurar en chapita de bronce en una locomotora o en una de esas máquinas raras, que ostentan el agregado de “Máquina polifacética de Arlt”?”. Menciona así, que su apellido “Arlt” porta la maquinaria, como si fuese un engranaje de avenencias interventoras y literarias. De las tantas veces que transfigura su propia biografía[1], dice no tener la culpa de ser Arlt. Polifacético en tanto quehaceres diversos: peón, escritor, mecánico, secretario, periodista, inventor, pianista, dramaturgo, viajero, trabajador social (de esto último, ejerce una actividad de difusión comprometida con la realidad de su tiempo, en un periodo concreto, retratando las “malas vidas” en sus “crónicas” que son básicamente sus registros particulares). Arlt es socialmente activo, políticamente áspero, estéticamente urbanístico, profundamente humano, con todos los errores reprochables que conlleva en este siglo XXI, una máquina polifacética, a contracorriente.

De familia inmigrante pobre supo mentar el genio, retratar la figura del Rio de la Plata como pocos escritores de Latinoamérica y brindar -dentro de sus crónicas- una visión particular del cuerpo social sufriente. Figura anti-dogmática por excelencia, cuerpo fuerte con una postura polémica rebelde, un escritor que no separó la imaginación creadora de sus sombras al calor del contexto situado, criticando impetuosamente sin ningún pudor, a un modelo falso de vida “progresista”. En términos sociales, siempre se mantuvo distante a los afanes demagógicos y fascistas. No fue maestro de nadie. Influyó en generaciones de escritores posteriores, “no conversando continuamente de literatura”, sino más bien registrando y promoviendo la voz invisible con un fuerte posicionamiento. Era simpatizante del anarquismo y referente de una “izquierda afectiva” -esto último según su hija Mirta Arlt. Y según su amigo el poeta Elías Castelnuovo, un trabajador de la realidad.

Vivió, escribió mucho y murió rápido. Como un rayo. De sus escritos publicados sobresalen, en orden de aparición: El juguete rabioso (1926), Los siete locos (1929), Los lanzallamas (1931) y El amor brujo (1932). De sus cuentos publicados, “El jorobadito” (1933) y “El criador de Gorilas” (1941). Del período 1928 a 1930 no dejó de escribir en distintas redacciones y periódicos (El mundo, Crítica). Realizó crónicas, de donde se desprenden sus Aguafuertes Porteñas. Creó junto a colegas la Unión de Escritores Proletarios (1932). De 1934 a 1935 realizó viajes a España, parte de África, y Brasil, dando una visión detallista acerca de la pobreza, la desocupación, la propiedad de la tierra y las explotaciones agrarias. Regresó al país y siguió escribiendo hasta sus últimos días.

 Vivió y escribió comprometido con su época. Murió como un rayo.


[1] Yo no tengo la culpa (1926). Existe una extensa bibliografía en materia del escritor que nos congrega. De modo de ir a lo central, hay algunas libros claves, con ningún punto de arbitrariedad en la lectura. Genio y Figura en Roberto Arltde Mario Goloboff, con detalles pormenorizados de su vida.  Sylvia Saítta, con El escritor en bosque de ladrillo, confirma una exhaustiva dedicación y años rastreando todo su corpus. Citamos a Raúl Larra con Roberto Arlt, el Torturado. También a Laura Juarez con su Roberto Arlt en los años treinta. Tenemos lo restante en Masotta: Sexo y Traición; Política y Locura de Horacio González, recomendables en detalles y apreciaciones literarias. 

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